segunda-feira, 31 de julho de 2017

Una reseña por día: "El plan infinito". Isabel Allende.


Una reseña por día:
EL PLAN INFINITO, de Isabel Allende 
El plan infinito narra la historia de Gregory Reeves, un gringo que se hace a si mismo en el difícil mundo de los hispanos de California. Gregory quiere llevar a la práctica el peculiar Plan Infinito que se trazó a sí mismo en su infancia. Sin a embargo, para conseguirlo debe  recorrer un duro camino lleno de obstáculos: la marginación social, el racismo, el brutal contraste entre pobreza y riqueza, la guerra de Vietnam…Esta es una de las novelas más logradas y apasionantes de la gran escritora chilena.
 
ISBN: 84-01-42268-X (ave fenix         ISBN: 84-01-42845-9 (vol 168-5
AUTOR: Isabel Allende                     EDITORA:  Plaza & Janés
ANO DE EDIÇÃO: 1991                   NÚMERO DE PÁGINAS: 347       LARGURA: 11 cm.         COMPRIMENTO: 18 cm.

Leia mais: http://www.libreriaespanhola.com.br/products/el-plan-infinito-/
La saga de un hombre en busca de amor y su lucha por comprender una infancia de pobreza y abandono, El Plan Infinito es la primera novela de Isabel Allende que transcurre en los Estados Unidos y que retrata a personajes estadounidenses.
El padre de Gregory Reeves es un pastor con un estilo propio que recorre el Oeste americano con su familia en una caravana durante la década del 1940, predicando “El Plan Infinito”, una visión divina del sentido de la vida y la naturaleza del universo. Pero cuando el pastor se enferma, la familia abandona su vida nómada y se instala en un barrio hispano de Los Ángeles. Gregory comienza una nueva vida en un mundo de habla hispana: la escuela (por primera vez), las pandillas, el sexo, los libros y las ideas y el trabajo. A medida que explora el misterioso mundo del barrio, Gregory conoce a las personas que le modelaran su futuro, entre ellos Pedro e Inmaculada Morales, quienes se convierten en sus padres sustitutos y le brindan el amor y la seguridad que su propia familia no puede darle; Carmen Morales, su hija y la eterna amiga de Gregory, quién se convierte en una mujer terrenal que le enseña sobre el amor y la amistad; Juan José Morales, su hijo y el amigo de Gregory, cuya experiencia en Vietnam va a cambiar el curso de la vida de su familia y de la de Gregory; y Cyrus, el viejo comunista intelectual que le proporciona libros a Gregory y le inspira una pasión por la justicia social.
Mientras la historia de Gregory se desarrolla, seguimos su lucha para sobrevivir: la persecución por parte de pandillas en el barrio, los horrores de la guerra en Vietnam; y para tener éxito. Después de su regreso de Vietnam, Gregory se convierte en un abogado en San Francisco, donde persigue el dinero y las posesiones, busca amor con las mujeres equivocadas, fiestas, abusa del alcohol, descuida a sus hijos, y se pierde en una búsqueda ilusoria y equivocada. Finalmente, después de muchas idas y venidas, la búsqueda de Gregory de amor y de su alma lo llevan al punto de partida de vuelta a sus raíces y a una nueva vida.

La autora, Isabel Allende nació en Chile en 1943.Fue directora de la revista infantil Mampato y se hizo conocida a través de sus insuperables columnas en la Revista Paula (15 años) donde recreaba humorísticamente al hombre chileno, calificado por ella como "su troglodita" (Civilice a su troglodita). También realizó algunos programas para televisión y documentales) de 1964 a 1973, cuando se vió obligada a exiliarse en Venezuela después del asesinato (1973) de su tío, el presidente Salvador Allende.
Trabajó como periodista desde 1975 hasta 1984 en Venezuela (en el periódico “El Nacional”) y ha publicado artículos en periódicos y revistas en América y Europa y enseñado literatura en la Universidad de Virginia, Charlottesville Montclair College, New Jersey y en la Universidad de California, Berkeley.
Es periodista de profesión. Ha viajado por muchos países del orbe. Vive actualmente en Estados Unidos

Fuentes

Más se perdió en Cuba




Más se perdió en Cuba


Uno par de meses antes del 525º aniversario de la llegada de Colón a América se me da por escribir sobre la Guerra entre EEUU y España, al final del siglo XIX. ¿Y por qué?

Bueno, pues porque quiero mostrar que, con estas batallas ganadas por los norteamericanos, se cierra el ciclo de dominación española en América - y en las Filipinas - y surgen los EEUU como potencia mundial.

Primero, ¿por qué "hispano" y "americana"? Los españoles siempre denominaron a los estadounidenses del modo que a ellos -los habitantes de los EEUU - les gusta llamarse: "americanos", como si el resto del continente no existiera, o peor todavía, como si el resto de América les perteneciera. El tema es la guerra entre España y los Estados Unidos, que de algún modo permite a la nación del norte convertirse en una potencia extracontinental e imperialista.

España imperial
España se unifica como nación en el siglo XV. La política de alianzas matrimoniales de los Reyes de España con otras dinastías europeas y la llegada a América de Cristóbal Colón, lanzan a España a un proceso de expansión en Europa, en América y en el Pacífico. Durante los siglos XVI y XVII España es la potencia hegemónica europea; controla Holanda, Bélgica, el sur de Italia y Sicilia, parte de Alemania y Austria. Las guerras, y sus gastos en hombres y dinero, debilitan a España en Europa y en 1700, cuando muere Carlos II, último rey de los Habsburgo, pierde toda Europa salvo las Islas Canarias y Baleares. España deja de ser la primera potencia mundial. Pero sus extensas colonias en América la hacían aún una potencia importante. Bajo la dinastía francesa de los Borbones, España casi no participa en guerras salvo la de Ia independencia de los EEUU al lado de los colonos. La relativa prosperidad cesa con la Revolución Francesa. La invasión napoleónica de España reemplaza a los Borbones por el hermano del emperador francés, y provoca el alzamiento del pueblo en mayo de 1808.

Con los reyes presos en Francia, un Consejo de Regencia toma el control del país. Las influencias liberales de la Revolución Francesa generan un movimiento constitucionalista que termina en las Cortes de Cádiz de 1812. Las Cortes aprueban la constitución liberal de 1812 que suprime privilegios de la nobleza y el clero y establece un sistema democrático y liberal. Al final de la guerra contra Napoleón (1808-1814), el país está arruinado y dividido. Vuelve al trono Fernando VII, que anula la Constitución de 1812 y abre un periodo de luchas entre absolutistas y liberales. Al mismo tiempo, en la América española, empieza la lucha por la independencia. La muerte de Fernando VII en 1833, abre la guerra civil entre los absolutistas  partidarios del príncipe Don Carlos, hermano de Fernando VII, llamados los "Carlistas", y los partidarios liberales de la Reina Isabel II, hija de Fernando VII, llamados "Isabelinos". La economía se paraliza y el país se arruina. Tras la victoria de los liberales, empieza un periodo de sucesivos golpes militares, unos liberales y moderados, otros más progresistas. Cada golpe de estado produce un cambio de constitución. Sólo trás el golpe del general O'Donnell, en 1854, se implanta un régimen semidemocrático y conservador que pone por un tiempo en orden la economía y el ejército. La marina, con sus nuevas fragatas blindadas, se recupera del desastre de Trafalgar en 1805 y llega a ser la quinta del mundo. España se lanza a nuevas aventuras coloniales y olvida las penas pasadas. Salen expediciones a Méjico y a Indochina, en apoyo a Inglaterra y Francia. España ataca a Chile y Perú y gana las guerras del Pacífico, y en Africa contra los marroquíes. El ejército recupera su capacidad y el país vive la falsa ilusión de ser todavía una potencia mundial.

Pero las crisis que estallan en 1866 conducen a la Revolución de 1868 fomentada por militares positivistas como el general Serrano, Prim y el almirante Topete. Isabel II es derrocada y los Borbones expulsados del Trono. Se suceden seis años de cambios trágicos en España: una nueva monarquía, luego la Primera República y la dictadura del General Serrano. Nueva insurrección Carlista para restaurar la monarquía absoluta y revueltas "cantonalistas" en favor de una República Federal; después, la primera guerra de Cuba y las conspiraciones para restaurar a los Borbones. España vivía una época de caos.

El país, harto de las guerras, se inclina por la democracia liberal. España prospera y el ejército se mantiene al margen de la política. Los conservadores y liberales se suceden civilizadamente en elecciones. Se producen algunos pronunciamientos republicanos sin apoyo popular que son rápidamente sofocados, y el país vive con calma relativa. Así se llega a 1898, en la ilusión de ser aún una potencia mundial, hasta las revueltas en Cuba y Filipinas. Esta ilusión imperial de glorias pasadas sirve para entender la postura de España al iniciarse la guerra contra los Estados Unidos.
España y las colonias.
Los tres siglos de la colonización española de América es tan negativa como la pinta la leyenda negra que se difundió en Europa cuando España era potencia hegemónica, y menos positiva de lo que se escribía en España en los siglos XIX y XX. La monarquía española organiza los nuevos territorios a semejanza de la metrópoli: crea ayuntamientos y universidades; organiza virreinatos similares a los de la península y de las otras posesiones europeas; dicta leyes para Las Indias, incluso con algunas normas de protección a los indios y varias limitaciones al poder de los virreyes que, al menos en teoría, al terminar el mandato, eran sometidos al Juicio de Residencia para probar que su actuación había sido justa.

Sin embargo, empiezan a crecer los deseos de autogobierno en la mayoría de las provincias americanas. Con la Guerra de Independencia de los EEUU crece el deseo de autonomía de las colonias españolas, lo que será detonado definitivamente en la guerra contra los franceses entre 1808 y 1814. La ausencia de los reyes de España, secuestrados por Napoleón, obliga a crear órganos de gobierno provisorio en todas las provincias españolas, peninsulares o ultramarinas. Esta experiencia de autogobierno en las provincias americanas origina las primeras resistencia a las autoridades españolas. La vuelta al trono del absolutismo de Fernando VII mata la experiencia y mueve a América hacia un camino sin retorno en favor de su independencia. Sus promotores son indios, mulatos y colonos pobres, junto a miembros de la aristocracia criolla -europeos nacidos en América- más poderosa; y muchos de los militares nacidos en las colonias que habían luchado en España contra los franceses, como fue el caso de José de San Martín, que hizo sus armas en las batallas europeas contra Napoleón.

Las declaraciones de independencia a lo largo y ancho de América desbordan las tropas españolas en todas partes. Y tras una sangrienta lucha se proclama la independencia en cada uno de casi todos los territorios españoles después de dos décadas de guerra. La situación interna de España, y las luchas entre absolutistas y liberales, contribuye a la independencia de las colonias.

El golpe de gracia al sueño español de mantener América viene en 1820: las tropas que partirían para ultramar se sublevan en Cádiz en favor de la Constitución de 1812, acabando con el régimen absolutista.

Lograda la independencia, sólo Cuba, Puerto Rico y las Islas del Pacífico permanecen leales a España. La razón es que las dos islas del Caribe - las primeras colonizadas por España - tenían una fuerte presencia de españoles y grandes vínculos económicos con la metrópoli. En Filipinas, la permanencia era favorecida aún más por la inmensa lejanía.

Sin embargo, la reacción de las autoridades españolas en las islas tras la independencia de las demás colonias americanas fue de desconfianza. En España se decía que los reyes eran monarcas constitucionales en la península, y absolutistas en ultramar. Los nacidos en Cuba y Puerto Rico empiezan a sentir que, como españoles, no tienen las garantías de la Constitución que sólo valían en los territorios europeos. En ambas islas caribeñas surgen autonomistas y algunos quieren un autogobierno dependiente de la Corona Española, similar al de Canadá bajo la soberanía inglesa. Los miembros de la aristocracia y la burguesía peninsular con importantes intereses económicos en las dos Islas se oponen.

En Cuba, un grupo de independientistas se siente defraudado y pretende la independencia total de la isla o su anexión a los Estados Unidos. Por el contrario, otro grupo importante de cubanos es partidario de la permanencia con España y recluta voluntarios para luchar con los españoles contra los independentistas. Esto convirtie a la Guerra de Independencia Cubana en una verdadera guerra civil entre cubanos.

Sin embargo, las desastrosas políticas administrativas y económicas de España explican la frustración de cubanos y puertorriqueños y sus ansias de cambio. La administración de las islas seguía en manos de peninsulares que, en su mayoría, sólo querían enriquecerse rápido y regresar a España lo más pronto posible. Pocos cubanos o puertorriqueños integraban la administración y la mayoría de las recaudaciones fiscales de Puerto Rico y Cuba no se reinvertían en las islas. El último presupuesto de la administración española en Puerto Rico, antes de la autonomía, tenía una partida para la educación igual al sueldo del Capitán General.

En las islas del Pacífico no era distinto. Por la lejanía de la metrópoli la administración fue encomendada a los frailes que tenían más poder que los pocos funcionarios españoles. Los abusos del clero católico fue una de las causas fundamentales de la revuelta tagala. Las otras fueron la legítima aspiración de equiparar sus derechos políticos a los de los españoles y dirigir la administración de las Filipinas.

España en 1898.
Cuando se produce la voladura del crucero estadounidense Maine en el Puerto de La Habana, la opinión pública española no era consciente de las consecuencias que podría traer una guerra dirigida a tratar de conservar los restos del imperio.

A principios de 1898, España está en calma. Las obras de teatro y las zarzuelas agitan la vida cultural de las elites. Los acontecimientos de Cuba y Filipinas son algo lejano, aunque la gente apoya la presencia española en las islas. No está muy claro por que luchan los cubanos ni el poder económico y militar de los EEUU. Sigue soñando España, como en los años de Felipe II, que en un imperio donde nunca se ponía el sol.

El crucero Maine, seguía meciéndose en la bahía de La Habana más allá del tiempo de estancia previsto. Había llegado en visita de cortesía y se quedaba como garantía de la vida y la propiedad de los norteamericanos que se suponían amenazados por los conflictos en Cuba. La explosión del crucero ocurre el 15 de febrero de 1898. El Maine se hunde y el imperio español empieza a agonizar sin saberlo.

La prensa sensacionalista de ambos lado llama irresponsablemente a la guerra. El "The World" proclama: "La destrucción del crucero Maine es razón suficiente para dar orden de zarpar a nuestra flota hacia La Habana y exigir una indemnización en 24 horas bajo amenaza de bombardeo". El "New York Journal" pide acción militar. En España, "El País" replica: "El problema cubano no tendrá solución mientras no enviemos un ejército a los Estados Unidos". Los demás diarios españoles, como "El Correo Español", también piden la guerra. Desconocen el poder militar de los Estados Unidos y hacen comparaciones falsas entre las fuerzas navales de ambos países, supuestamente favorables a España.

Los EEUU encomienda a su embajador en Madrid, Woodford, negociaciar con España un armisticio, suprimiendo los "Reconcentrados", que era la concentración de campesinos en las ciudades controladas por las tropas españolas para sacarle a los rebeldes víveres y apoyo. Esas ciudades se había convertido en campos de concentración; además EEUU exigía el autogobierno cubano. La mayoría de los españoles considera el pedido una afrenta a la soberanía de España. Pero el gobierno español suprime los "Reconcentrados" y propone un armisticio.

Los EEUU, aún así no satisfecho, propone lisa y llanamente comprar a España la isla. El rechazo español deja una situación sin salida. Enseguida, la comisión americana que investiga el hundimiento del Maine, levanta la tesis de una explosión provocada y la opinión pública norteamericana presiona para que EEUU intervenga en Cuba. Mientras, en España, hay elecciones que la ganan los liberales. Las fiestas de la aristocracia y los carnavales en las calles de España muestran que se confiaba que no habría guerra.

España, presionada por las potencias europeas, acepta el armisticio, pero los rebeldes cubanos lo rechazan. El 11 de abril, MacKinley lee su mensaje al Congreso, pidiendo autorización para imponer un gobierno "capaz de mantener el orden en Cuba", con el uso del ejército y la marina de los Estados Unidos.

En España la gente sale a la calle en patrióticas a los gritos de "¡A Nueva York!". El Ministro de la Guerra declara "que el ejército americano venga España para demostrarles el heroísmo del pueblo". Patriótica estupidez que ignora el poder de los Estados Unidos.

Una semana después, el Congreso de los EEUU aprueba una resoluciónque le da plenos poderes al presidente William MacKinley. Y, en la noche del 20 al 21 de abril, las autoridades españolas en Cuba reciben ultimátum exigiendo la renuncia española a la isla en el plazo de tres días. El gobierno español rompe relaciones diplomáticas entre los dos países. La flota norteamericana ya está a 16 kilómetros de la costa cubana y captura varios barcos mercantes españoles antes de declarar la guerra.

El 23 de abril España declara la guerra, y la gente cree que Dios está con los españoles. En los púlpitos los sacerdotes invocan el auxilio divino, pero los cielos no le hacen caso a sus ruegos. Empieza el ocaso del imperio.

Igual a lo que ocurriría ocho décadas después en la guerra entre Argentina y Gran Bretaña por las Islas Malvinas, la prensa amarilla de España hizo un trabajo de desinformación sobre las capacidades militares del ejército y la marina de los EE.UU. imaginando que la flota española era superior a la norteamericana. Sólo los republicanos y socialistas advertían sobre la verdadera potencia militar de los EE.UU. y el error fatal de la guerra para España.

El gobierno de España, igual que la dictadura militar argentina en 1982, sabía la inferioridad española, pero no huyó de la guerra. El gobierno temía dejar las islas sin lucha y crear así una situación revolucionaria en España que acabara con la dinastía reinante. Otra razón era que esperaba el apoyo de las potencias europeas contra la intromisión de los EE.UU. en un asunto de una potencia europea. Ignoraba la monarquía española lo que se llamaría la doctrina Monroe de "América para los americanos", que los de EEUU siempre entendieron como "América para los norteamericanos".

El gobierno español siempre supo que la independencia de Cuba era inexorable. Pero una salida unilateral podría producir tensiones en el ejército y en el pueblo. La prolongación de la guerra contra los independentistas cubanos llevaría a la bancarrota del estadoespañol. La sangría de vidas en la guerra era insostenible - de 1895 y 1898 habían llevado a Cuba, Puerto Rico y Filipinas más de 220.000 hombres, y hubirieron unos 60.000 muertos, casi todos por enfermedad. Los conservadores querían seguir la guerra contra los independentistas "hasta el último hombre y hasta la última peseta". Los gobiernos liberales querían abandonar Cuba sin que pareciera una claudicación, pero no hallaban la ocasión. La voladura del crucero Maine y la invasión de los EE.UU. fue la excusa bélica que el gobierno esperaba para perder Cuba en una guerra rápida, a sabiendas de la inferioridad militar española.

Con la derrota, el honor español quedaba a salvo, pero habian perdido todo el imperio. Aún así, y a pesar de lo temido por el gobierno, la pérdida de todas las provincias del ultramar no produjo ninguna reacción popular contra la realeza.

Por otro lado, igual que le ocurriría a la dictadura militar argentina en la guerra de las Malvinas de 1982, ninguna de las potencias europeas apoyó a España contra los EE.UU. La diplomacia española del siglo XIX, ante el ocaso previsto de su imperio, era sencilla: habiendo un problema exterior, si Gran Bretaña y Francia se ponían de acuerdo, España apoyaría a ambas potencias; si no había acuerdo, España se abstendría siempre de intervenir. España abandonó una política exterior propia y la supeditó a las de Francia e Inglaterra. España esperaba que, en reciprocidad, Francia como Inglaterra la apoyasen contra los EEUU. La realidad probó que tal principio era falso.

Los europeos, aunque desconfiaban ya del poderío creciente de los Estados Unidos, evitaron apoyar al principio a España porque confiaban que el ejército español en Cuba, que era superior al total de las tropas regulares de los EE.UU, derrotaría facilmente a los norteamericanos. Pero al final de la guerra, cuando ya empezaron a temer un ataque contra las costas españolas europeas, las potencias del viejo continente se preocuparon por la posible intervención norteamericana en Europa y presionaron a España para que aceptase las condiciones del Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, por el que "España renuncia todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba". Además, dictaba el Tratado: "los Estados Unidos, mientras dure su ocupación, tomarán sobre sí y cumplirán las obligaciones que por el hecho de ocuparla, les impone el Derecho Internacional, para la protección de vidas y haciendas".

Más se perdió en Cuba
El final de la guerra tuvo serias consecuencias en la política española del siglo XX, porque la derrota afectó muy seriamente al país. El pueblo no entendía como una nación imperial y colonialista, de gran tradición militar, había sucumbido ante un país "de tenderos". La opinión pública, engañada por los diarios y los políticos, culpó de la derrota al ejército y la marina. A los soldados repatriados no se los recibió como héroes, si no que fueron insultados por los que habían permanecido en la península sin luchar.

La derrota trajo el enfrentamiento entre los políticos y el ejército, la pérdida de confianza de los españoles en el país, y el descrédito de los partidos tradicionales, lo que llevaría a la II República de 1931, y finalmente a la Guerra Civil de 1936 a 1939.

La crisis de 1898, sin embargo, lanzó a los más destacados intelectuales españoles de la "Generación del 98" a analizar críticamente la situación del país y a crear e movimiento del "Regeneracionismo". Querían dejar el fatalismo y luchar por un futuro mejor y más moderno. Sus efectos atravesaron los años de las guerras de Africa, la dictadura de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil y la Dictadura de Franco para que España comenzara a recobrarse, ochenta años más tarde del amargo 1898.

La historia no es tan simple como la cuentan hoy algunos peridistas "políticamente incorrectos" que se han metido a querer ser historiadores, repitiendo simplismos reaccionarios que no llevan en cuenta los procesos contradictorios y nunca lineales de la política, las ideologías y, sobre todo, de los movimientos sociales profundos, que siempre mueven los cursos de la historia.
JV

quarta-feira, 26 de julho de 2017

AVENTURAS EN YUCATÁN, MÉJICO



Aventuras en Yucatán, Méjico

AVENTURAS EN
YUCATÁN, MÉJICO
Colección Contando Cuentos


—¡Pero, loco (1), al final vos querés (a) siempre la chancha y los veinte!— levantaba la voz y gesticulaba el Chango (2) López.

—¡Ya te dije mil veces que te dejo en Once, y vos insistís (a) en que te acerque a Caballito!, no tengo nafta (3), viejo (2)... Mirá (a), ayer paré en la estación de servicio (4) y le puse sólo 5 pesos al “fitito”(5)—, insistía el Chango.

—Dale, Chango, te cambio la gauchada de largarme en Caballito por dos entradas para el clásico Boca-River del domingo que viene—, argumentaba Lucho, en un intento desesperado de convencer al Chango, y llegar a la casa de la novia más temprano.

—¡Ni loco, yo...!—, pero el Chango no pudo continuar, porque en ese momento la puerta se abrió, como rebentada por un huracán (6), y entró la figura maciza de mi jefe, la “Chancha”.

¿Saben?, ese sobrenombre –”Chancha”– viene de la época en que los pibes (7) agarraban (8) el “bondi” (9) sin pagar el boleto (10). Al rato aparecía el inspector para controlar al chofer (11), o correr a los que entraban sin pagar.

Entonces, cuando el inspector los echaba a los pibes, ellos, desde la vereda (12) le gritaban a coro:

—¡Chancha, chanchaa!

Bueno, parece que a los choferes les gustó el apodo. Primero se lo fueron pasando a los inspectores, y luego a los jefes en general.

El caso es que, al abrirse la puerta y aparecer el jefe, el Chango López se quedó frío de miedo, parado (13) en el medio de la oficina, pensando que el “capo” (14) había escuchado su frase sobre “la chancha y los veinte”.

Pero el jefe ni notó su presencia. Se vino al humo (15), derechito a mi escritorio.

—Mirá (a), Villanueva, ¡te vas ya mismo a Ezeiza, ché (16)! ¡Agarrá (a)el primer avión para Méjico!—, me espetó.

—¡Ah!, y lo llevás (a) al Chango, si es que lo encontrás (a) por ahí. Tomá(a), aquí tenés (a) el sobre con las instrucciones, plata (17) en efectivo, a ver si te las arreglás (a) por una semana—, agregó, generoso.

Como el jefe no lo vio, López tuvo tiempo justo para agarrar la Cannon, y la valijita (18) que siempre dejamos a mano, para que estén más disponibles para las locuras repentinas de la “Chancha”.

—¡Uf! ¡Qué susto, Javier!, pensé que la “Chancha” se iba a poner furioso otra vez—, suspiraba aliviado el Chango, mientras verificaba el contenido de la valijita: medias, calzoncillos, remeras, pulóver... —¿llevo un saco, o te parece que mejor no?—, el Chango vive con la madre y todavía es muy dependiente para las situaciones imprevistas.

—¿Javier?, por favor, vení (a) y agarrá (a) la carpetita roja con las instrucciones que te dejó el jefe, ¿eh?—, me dice Pochita por el teléfono interno.

Según ella me contó, parece que el jefe se enteró de unos ilícitos que se estaban cometiendo contra una comunidad indígena en Yucatán.

—¿Oíste hablar de Yucatán (b), Javier? ¿Sabés? Es la región de Méjico donde floreció la civilización maya (c)— me aclara Pochita con sus amplios conocimientos del Billiken (d).

Una hora después salíamos corriendo de la agencia de viajes de mi amiga Cuca, en la calle Florida. En Maipú y Lavalle (19) agarramos un taxi que se metió en un embotellamiento (20) fenomenal (21) y casi nos hace perder el vuelo de Aerolíneas Argentinas.

—¡A Ezeiza, por favor!
—¿Lo llevo por la General Paz o por la Autopista?— siempre lo mismo; algunos choferes de taxi parecen incapaces de hacer su trabajo sin la ayuda de los pasajeros.

—Perdone, jefe, ¿no tiene más chico? –outra pregunta típica del taxista a la hora de pagar.– Es que no tengo cambio para darle el vuelto.

—Está bien, quedate con el vuelto— le concedo, más por el apuro que teníamos que por generosidad.

Sobre las nubes

Menos de veinticuatro horas después ya estábamos, el Chango y yo, en la segunda parte de esta nueva chifladura periodística del “capo”.

En México D.F. (d) se nos sumó Pedro, un fotógrafo mejicano que la “Chancha” siempre me recomienda.Y de ahí seguimos vuelo hacia el sur.

El Chango y Pedro no se conocían:

—Encantado, soy Chango, reportero, ¿y vos?
—Pedro Sánchez, un servidor—, le responde muy formal el fotógrafo, mientras le extiende una tarjeta con su dirección, y agrega:
—Su casa, cuando desee visitarme.
El viaje fue muy corto. Aterrizamos al sureste de Veracruz, en donde el río Coatzacoalcos desemboca en el Golfo de México (e).

—Los mejicanos decimos que el sur es outro México, que no se puede dejar de conocer—, dice Pedro, después que se le pasa el susto del aterrizaje.

—Algunos comentan que tal vez las diferencias entre el mejicano del norte y el del sur, son las mismas que había entre el azteca (f) y el maya— sigue explicando Pedro, siempre muy formal.

—El azteca era guerrero, pesimista y trágico, y el maya, más imaginativo, naturalista y sensual—, agrega nuestro fotógrafo.

Eran las tres de la tarde, y llegábamos después de dos vuelos muy cansadores (22).
—¿Sabes, Javier? La ciudad de Coatzacoalcos, queda en medio de un territorio de clima tropical, y tiene lluvias casi todo el año, –continúa Pedro, ahora ya tuteándome–. Y hace mucho calor—, completa.

Caímos en la estación de las lluvias, pero igual me reconfortaba saber que iba a encontrarme palmeras, mangos (23) y aguacates, esas frutas que en Argentina se llaman “paltas”.

—Un paisaje tropical, con frutas y alimentos coloridos y muy perfumados, es algo que mi alma de trotamundos siempre añora—, comento en voz alta, y los dos me miran.

Como se trata de una ciudad de puerto, nos alojamos a pocas cuadras de la playa, en la colônia (24) Allende, del otro lado del río.

Los presupuestos ajustados de “ProHispam”, la revista cultural para la cual trabajamos el Chango y yo, al servicio de la “Chancha”, nunca nos permiten mucha excentricidad en materia de hoteles.

—¡Esta vez la “Chancha” se pasó con la tacañería (25)!— se quejaba el Chango, al descubrir que nos teníamos que instalar en una pensión de cuarta (26), en la que él nos iba a contactar cada dos o tres días.

La pensión tiene pisos de baldosas frescas y un patio central sombreado. Hay un aljibe en el medio, con bastante agua, heladita.

—En la comida se sirven tacos (27), chiladas, y muchos platos a base de maíz y papas (28). Les va a gustar—, nos trata de convencer Pedro, calmándolo
a Chango.


Más tarde, ¡al trabajo!

En una colonia alejada, en la región de las dunas, vive el señor Peniche, natural de Yucatán.
Hasta hace poco tiempo, don Peniche fue obrero de Cordemex. Esta es una gran fábrica, que transforma la fibra de henequén (29) en cordeles, alfombras, costales (30), tapetes y otros productos.

El Sr. Peniche alquila una casita humilde porque,
como él comenta:

—En las colonias más céntricas, la renta (31) no es tan moderada como aquí, entre las arenas de las dunas.
Este modesto trabajador era el contacto que la “Chancha” nos recomendó para empezar nuestra pesquisa.

Ahora, este señor está con un serio problema de conciencia:

—Es que mi patrón, con el que trabajé por más de doce años, un señor muy influyente, dueño de um palacete en la colonia más elegante de la ciudad, anda robando fondos públicos en una institución de caridad de los indios del Yucatán—, nos contó, avergonzado.

Don Peniche, un paisano honestísimo, descubrió sin querer que el Licenciado Peña Flores desviaba las donaciones efectuadas a las comunidades aborígenes más pobres.
Parecía que luego las guardaba en los galpones de uno de sus supermercaditos, la “Estrella Azul de Coatzacalcos”.

El viejo trabajador se sentía indignado com semejante descubrimiento, después de tenerlo al Licenciado casi como a un padre durante tantos años.

Pero la decepción, sin embargo, no lo animaba aún a denunciarlo. La imagen del “botón” (32), –o del “soplón” (32), como dicen los mejicanos–, le impedia ir a la comisaría y contar el secreto que ló atormentaba.

Y justamente era ésa la tarea que el “capo” nos encajó (33) al Chango y a mí.
Teníamos que convencerlo a don Peniche para “abrir el pico”.

En todo caso, queríamos obtener su autorización para contar la historia, con todos los datos y lujos de detalles, aunque sin mencionar su nombre.
No nos parecía nada fácil, pero las ideas de la “Chancha” no se discuten, se cumplen.

Al fin y al cabo esa simple fórmula de “subordinación y valor” seguía siendo la manera más barata que encontre de viajar y conocer el mundo.

—Pedro y Chango, miren, creo que ante todo, mejor nos vamos a Yucatán, a ver si por allá podemos encontrar alguna punta para ayudar a desenredar el
ovillo—, les sugerí a mis compañeros.

Yucatán es una zona plana, sin montañas, y por lo tanto con poca agua.

—Ya ves, por casi todo Méjico se ven ríos y lagos, pero aquí el agua es escasa a causa del suelo, muy esponjoso—, nos ilustra Pedro.

—El agua no se queda en la superficie, se va para las rocas del subsuelo y forma unos depósitos llamados “cenotes”—, nos asombra con sus conocimientos el fotógrafo.

—El único cultivo importante del estado de Yucatán es el henequén. También hay caña, maíz, frijoles (34), cocoteros, mangos y papayas (35)—, completa.

Un tiempo después me enteré leyendo el Billiken (o “El Libro Gordo de Petete”, no recuerdo bien) que, unos cuantos años atrás, el henequén era el monocultivo que le daba riquezas al estado.
Después llegó el nylon y la demanda de cuerdas (36), costales y bolsas, hechos con la fibra natural, disminuyó.

En el centro de Mérida (g), la ciudad más importante de la región, vive un hijo de don Peniche. Se llama Álvaro.

A él le ha llegado, de manos supuestamente anónimas, y en un sobre lacrado, un resumen del estado de las cuentas bancarias del Licenciado.

—Y, miren, también me han acercado, de um modo misterioso, las fotocopias de unos microfilmes con los cheques que debían ser depositados en la cuenta corriente de la Asociación Pro-Indio de Yucatán—, mostraba Álvaro.

—Bueno, ¿no tenemos ya en nuestras manos la forma más rápida de publicar las denuncias y empezar a desenmascarar al corrupto?—, sugirió Pedro.

—Mirá (a), Álvaro, vos tenés (a) que ayudarnos a convencer a tu papá. Hay que denunciar al Licenciado, porque puede borrar las pruebas y dejarnos sin pistas–, le reforcé los argumentos de Pedro.
—Pero, si con un nadita, un tantito así de plática tú lo convences, Álvaro, ándale—, le insistía mi colega Pedro a su compatriota (37).

Las cosas, sin embargo, acabaron ocurriendo de otro modo:

En una colonia de Mérida, la policía ha dado uma batida (38). Y resulta que entre los timberos (39) que se han llevado durante los allanamientos hay un contador. Al revisar su casa, fueron hallados uma computadora y unos programas muy extraños.

Al día siguiente:

—Mira hermanito, en la primera plana de casi todos los diarios dice que a un señor de la alta sociedad, un Licenciado dueño de varios conocidos comercios, le han sacado unos trapitos al sol—, lee Álvaro.

—Sí, y parece que le saltó algo muy, pero muy turbio, relacionado con juegos prohibidos de azar—, agrega Chango, leyendo de ojito.

Volvemos a lo de Álvaro, el hijo de don Peniche. Está conversando con Rodolfo, que es mejicano también y estudiante de periodismo.
Nos muestra otro sobre que le entregaron esa tarde, también anónimamente.

—¡Échale un vistazo, cuate (37)! Es la mera (37) copia de uno de los diskets que le han hallado al contador en el allanamiento—.

—¡Ándale (37), ponlo en la computadora, a ver si nos enteramos de algo interesante para el artículo sobre el Licenciado Peña Flores!—, se entusiasmaban entre sí mis cumpas (37) mejicanos.

Con cuatro o cinco tecleos (40) empezaron a aparecer en la pantalla de mi computadora portátil una serie de extrañas claves.
Los primeros garabatos parecían indescifrables. Pero sólo a primera vista, hasta que se destacó una especie de fórmula, a la que el autor le debía dar particular importancia:

Luna@ABAB
arcos@Toos
Primo* RosA
a m i s t osas
zapato***559

Álvaro y Rodolfo se perdieron unas buenas dos horas y media estudiando el jeroglífico.
Como no parecían avanzar demasiado, el Chango y yo nos volvimos a la pensión.

A los tres cuartos de hora, suena el teléfono. Larga distancia, la “Chancha”.

—¿Y, qué descubrieron, ché?—, nos apretaba el jefe.
—Bueno, este... no demasiado hasta ahora.

Algunas puntas, ¡qué sé yo...!—, no sabía qué verso hacerle para evitar sus famosos enojos.

—Decíle (a) que mañana lo llamás (a), que hay líneas ligadas—, sugiere el Chango para salir del paso.

A la mañanita, muy temprano, volvimos a lo de Álvaro.

—¡Qué! ¿Todavía siguen en la computadora, sin
dormir?—, dije, sorprendido.

Hasta que al fin Rodolfo dio el grito de Eureka:

—¡Ni modo de perdértelo, cuate (37)! Sígueme el razonamiento: las iniciales, en columna, ¿ves? Dan “La Paz”, y las letras terminales, también en columna, dan “Bs.As.”, o sea, tu ciudad, Buenos Aires. ¿Y cómo la ves? (37)

—Mirá (a), –le respondí– ¿y cómo vamos a saber ahora por dónde seguirla, por Buenos Aires o por La Paz?, aunque...—, me rasqué la cabeza y a mi también se me prendió la lamparita:

—¡Ya sé, mirá (a)!: “La Paz” no es la ciudad, la capital de Bolivia. “La Paz”, aquí, es un bar, el famoso bar de la calle Corrientes, en Buenos Aires. ¿Quétal?—, completé.
—Pues claro, cuate, y los números son “cinco de mayo, a las 9”. Es eso mismo. ¡Es una cita, pues!—, saltó Álvaro.

Mientras festejábamos el descubrimiento de la clave de acceso a una cita importante, la naturaleza preparaba un cambio de escenario.
Una tormenta de grandes proporciones se formaba, recién llegada del Golfo de Méjico, sobrenuestras cabezas.
En pocos instantes el tejado de la casa de Álvaro se estremecía hasta parecer que no iba a resistir ni un minuto más en su lugar.
Un sopor inaguantable y una terrible pesadez del ambiente, casi instantánea, se adelantaron a uma lluvia plomiza y un viento aterrador.

Pero así como el tifón (41) nos cortó la charla sobre el disket, sus claves ocultas y su conexión con el Licenciado, del mismo modo ocurrió con la entrada intempestiva de cuatro policías de civil.

La orden de arresto nos hizo olvidar de inmediato la lluvia y el viento, cayendo sobre nuestras cabezas como una culminación teatral de la tormenta.

El comisario Amayo, al frente de los detectives, nos ordenó, en voz tan alta que tapaba el ruido del viento sobre las tejas:

—Ustedes, compadres, tienen algo que nos interesa...¡y horita (37)nomás me lo van dando de vuelta!
—Me imagino que se trata del disket—, dije con voz firme.

—Pues pásamelo, ahorita—, gritó el comisario.

Entonces, en un rápido afán de colaboración que nos podía ayudar a entender el rollo de las fechorías del Licenciado, le respondí:

—Por supuesto, señor comisario, ¡aquí tiene Ud.!

Y además le tenemos una información valiosa. ¿Puedo comunicarme con mi jefe en Buenos Aires, por favor?

—Ándele amigo, échele una llamada a su jefe.
Ahí tiene el teléfono, pues—, dejó de tutearme el policía, ya más tranquilo.

Claro que, apenas entramos a la comisaría en el centro de Mérida, llegó la llamada de larga distancia de la “Chancha”, y yo logré explicarme y aclarar nuestra participación, un tanto confusa, en todo el episodio.

Saliendo de la comisaría

—Pedro, Chango... Álvaro ¿qué les parece si nos tomamos algo antes de la despedida?—, les propuse, generoso, y ya saboreándome de antemano la recompensa de mi jefe.

—Flaco,¡mirá!—, dice el Chango, parado en la vereda, delante de la vidriera de una agencia de turismo. Entramos.

—Señorita, puede informarnos los precios y los horarios para Islas Mujeres, por favor?

Al día siguiente

Ahora estamos en Islas Mujeres, un paraíso en la otra punta de la península de Yucatán, cerquita de Cancún, descansando de los sustos que la misión me hizo pasar.
Leo con atención la crónica de Rodolfo en la revista de ProHispam, y me entero de que nuestro pálpito no estaba equivocado.

—¿Leíste, Héctor? un grupo de la Federal argentina, en combinación con agentes de la Interpol mejicana, bla, bla... se apostaron durante una hora en el café La Paz, de la avenida Corrientes, en Buenos Aires...

—Seguí, seguí...—, lo empujo al Chango.

—Y, exactamente a las 9 de la noche, sorprendieron a dos mejicanos y a un argentino, en el momento en que se pasaban una valija con un millón y pico de dólares norteamericanos, ¿Qué tal?

—Y entonces... bla, bla, –continúa irritante el Chango–, ...el dinero, según se supo al día siguiente, no podía venir de otro lado: los fondos ilegales que el Licenciado Peña Flores desviaba de la Asociación Pro-Indio estaban a salvo.

Después venía una mención de agradecimiento al señor Peniche y a su hijo Álvaro, a su honradez, su integridad, y etc, etc.
Cierro la revista y me adormezco bajo el sol suave del fin de la tarde.
Antes de quedarme dormido del todo, un pensamiento me cruza por la cabeza: ¡Isla Mujeres queda tan cerquita de Honduras y Guatemala!

—Decíme, Chango, ¿por qué no se le ocurrirá a la “Chancha” alguna vez mandarnos a que nos internemos en las selvas donde floreció la civilización de los Mayas, eh? ¡Ay, mi alma de gitano!

Fin

Javier Villanueva, São Paulo 2005. Aventura en Yucatán Méjico. SérieLibrería Española Hispanoamericana - Casa del Lector
Coleção Contando Cuentos. Javier, el Periodista Trotamundos. Equipe editorial Casa del Libro e Companhia Editora nacional.



Notas Culturales y Glosario de “Aventura en Yucatán, Méjico”:

1. Loco/viejo: (Arg) forma familiar/afectuosa de tratamiento.
2. Chango: (Arg/Bol) muchacho, chico.
3. Nafta: (Arg) gasolina, bencina.
4. Estación de servicio: gasolinera.
5. “Fitito”: coche pequeño, marca Fiat.
6. Huracán: (Amer) ciclón, tifón, viento de gran violencia.
7. Pibe: (Arg/Urug) forma familiar para chiquillo, muchacho.
8. Agarrar: tomar, coger.
9. “Bondi”: (Arg) tranvía eléctrico.
10. Boleto: billete para usar un transporte.
11. Chofer: (Arg/Urug) conductor. Se pronuncia con acento grave o
agudo.
12. Vereda: (Amer) acera.
13. Parado: (Amer) de pie.
14. Capo: (italianismo) el jefe.
15. “Venirse al humo”: rápido, sin reflexión.
16. ¡Ché!: (Arg/Urug/Bol) vocativo familiar que generalmente acompaña
el voseo.
17. Plata: (Amer) dinero.
18. Valijita: (Arg/Urug/Par/Chile) maleta. El diminutivo, en América no
se vincula, necesariamente al tamaño. Es una forma suave y cariñosa
de expresión.
19. Maipú y Corrientes: esquina muy céntrica de Bs.As.
20. Embotellamiento: (Amer) atasco del tránsito.
21. Fenomenal: (Arg) muy grande, fabuloso.
22. Cansador: que fatiga.
23. Mango/manga: fruto tropical de América, acorazonado, sabor muy
dulce; varía del verde al anaranjado.
24. Colonia: (Méj) barrio, distrito.
25. Tacañería: avaricia, hábito de gastar menos de lo que se necesita.
26. Pensión de cuarta: de mala calidad o categoría.
27. Tacos:(Méj) tortilla de maíz enrollada, con rellenos diversos.
28. Papas:(quéchua) nombre primitivo, usado en América, de la patata.
29. Henequén: (Méj) variedad del agave o sizal, cuyas fibras se utilizan
para hacer cuerdas, sacos, etc.
30. Costales: sacos grandes.
31. Renta: (Méj, Chile) alquiler.
32. Botón: (Arg) agente de policía; vulgar: que acusa en secreto y con
cautela.
33. Encajar: dar, meter.
34. Poroto: (quéchua) frijol (Méj) o habichuela.
35. Papaya: mamón, fruto de la América tropical, amarillo, ovalado, de
cáscara gruesa y pulpa dulce.
36. Cuerdas: Soga, pita (Antillas).
37. Mejicanismos más usados:
Nadita: casi nada.
Tantito: poco.
Plática: conversación.
Ándale: forma imperativa enfática (vamos).
Cuate: compañero, compinche.
Mera/o: simple, pura/o (uso enfático).
Cumpa: amigo, compadre.
“¡Ni modo de perdértelo!”: ¡No te lo puedes perder! (enfático).
“¿Cómo la vés?”: ¿Qué te parece? o ¿Qué tal?
Ahorita/Horita: Ya mismo (el diminutivo denota exageración).
Ándele, héchele: ver “Ándale”.
38. Batida: visita sorpresiva de la policía para inspección, allanamiento.
39. Timbero: (Arg) persona que frecuenta las casas de juego.
40. Tecleo: tocar las teclas de la máquina de escribir o computadora/
ordenador.
41. Tifón: temporal, huracán, tormenta fuerte.
42. Increpar: reprender severamente.
43. Llamada de larga distancia: internacional.
44La Federal: la policía federal argentina.
45. Entuerto: situación confusa.

Notas Culturales:

*¿México o Méjico?: la primera forma, más antiga, es preferida por los
habitantes del país. Así se denomina oficialmente el país y su capital,
el Distrito Federal.
avoseo: se practica sobre todo en el habla del Río de la Plata (Argentina,
Uruguay y Paraguay) y parcialmente en otras regiones de América
Central y Sudamérica.
Se usa “vos” en lugar de “tú”, en la forma familiar, informal. El verbo
adopta una forma particular, que se logra eliminando el diptongo de la
2ª persona del plural (vosotros). Ej: Vos sós, cantás, estudiás, etc.
En el imperativo se obtiene eliminando la “d” final de la 2persona del
plural.
Ej: Vení para acá; Mirá como bailo.
Observación: No existe el imperativo del verbo “ir” en el voseo, que se
reemplaza por el verbo “andar”. Ej: Andá a llamar a papá.
bCivilización Maya: En América Central en la región que actualmente
ocupan Guatemala, Honduras, El Salvador, y la Península de Yucatán
en Méjico, floreció esta notable civilización indígena. Adelantada tanto
en el campo de las ciencias y artes como en la organización política,
social y religiosa. Fue una civilización agrícola y pacífica.
cBilliken: Tradicional revista infantil de recreación y de educación. El
comentario es irónico, pues significa que Pochita tiene una cultura
superficial o enciclopédica.
dMéxico D.F.: Distrito Federal de los Estados Unidos Mejicanos, donde
se encuentra la capital de la república.
eGolfo de Méjico: Situado al Sureste de los E.E. U.U. y al Este de
Méjico, se comunica con el Oceáno Atlántico por el Estrecho de Florida,
y con el Mar de las Antillas por el Estrecho de Yucatán. Sus mayores
riquezas son la pesca, el petróleo y el gas natural.
f. Aztecas: Pueblo indígena que desarrolló en Méjico una brillante
civilización e Imperio del siglo XIV hasta la conquista española. Los
Aztecas invadieron el Valle de Méjico y fundaron la ciudad de Tenochtitlán,
capital del poderoso Imperio Azteca y futura Ciudad de Méjico. Eran
gobernados por una monarquía. La base de su economía era la
agricultura: cultivaban maíz, frijol, cacao y maguey. Su religión era
tiránica: ofrecían sacrificios humanos a sus divinidades. Poseían dos
calendarios: uno astronómico y otro litúrgico; su escritura era jeroglífica.
Se destacaron en el arte de la escultura, joyería, pintura, arquitectura,
música y danza.
g. Mérida: Ciudad mejicana, capital del estado de Yucatán, situada en la
Península del mismo nombre. Fue fundada en 1542 en el sitio donde
existía la ciudad Maya de T’ho.


Esta serie que cuenta las aventuras y correrías de Javier Villanueva, el periodista trotamundos, por varios países de Hispanoamérica, trae abundante léxico regional y muchas referencias culturales de Latinoamérica y del mundo hispano, siempre en contraste con el habla rioplatense de Javier.

Compárala con la Colección “El Reino de Cervantes”, donde en tres recopilaciones clásicas españolas se explota un vocabulario más cercano al
peninsular actual.

“Los Cuentos del Coyote y el Conejo” y “El Ángel Caído”, también hispanomericanos, cierran la colección de los clásicos, “El reino de Cervantes” de Companhia Editora Nacional y Librería Española e Hispanoamericana.