sexta-feira, 14 de julho de 2017

14 de julio de 1789 y 14 de julio de 1918.


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14 de julio de 1789 y 14 de julio de 1918.
La Revolución Francesa de 1789 inauguró la era de las revoluciones populares. También nació entonces el concepto de "izquierda" y de "derecha" que muchos hoy niegan o diluyen.

El 14 de julio de 1918 - cien años atrás-, con la entrada de los EEUU en la 1ª Guerra Mundial a favor de los aliados, significó la definitiva conversión del capitalismo nacional - impuesto por las nuevas formas de estados democráticos-burgueses que trajeron las Revoluciones Norteamericana y Francesa - en imperialismo, con ropajes nuevos para el colonialismo expansionista de los siglos XV a XIX.
La Revolución Francesa inauguró - más que la Norteamericana, 13 años antes- la guerra de clases de la burguesía, cada vez más en alianza con las viejas oligarquías, contra las clases populares trabajadoras, y en particular - a partir de la Revolución Industrial-, contra las clases proletarias de la ciudad y el campo.
Ochenta años después, la Comuna de París, entre marzo y mayo de 1871, fue la primera experiencia histórica de un gobierno proletario. El movimiento que llevou a la formación de la comuna, contó con la participación de otros segmentos políticos y sociales populares, como la pequeña burguesía francesa, miembros de la Guardia Nacional y partidarios del gobierno republicano proclamado en 1870. La Comuna es, sin duda, la continuación del espíritu revolucionario de la izquierda de 1789.

Dos importantes consecuencias de la Revolución Francesa, y su segundo momento, con Napoleón Bonaparte invadiendo media Europa, ya a comienzos del siglo XIX, fue la prisión de la monarquía española e la Guerra de la Independencia, llevada adelante por los liberales y republicanos con centro en Cadiz, contra la invasión francesa.

La segunda consecuencia, inmediatamente a seguir de la mencionada antes, fue la Independencia y la formación de los nuevos estados hispanoamericanos, separados de España por guerras que duraron más de 20 años y que destacaron a figuras como San Martín y Bolivar, inspitados en el liberalismo francés.
Izquierdas y derechas: 

Durante los debates sobre la Constitución, surgidos con la Revolución Francesa, los miembros de la aristocracia y los partidarios de la monarquía constitucional, junto con los de la alta burguesía, se sentaron a la derecha del plenario. Este grupo era el de los "girondinos", llamados así por ser procedentes de la provincia de Gironda. 
Los "girondinos", o la derecha, querían que el proceso revolucionario fuese interrumpido, garantizando solo las conquistas logradas hasta ese momento, como la elaboración de una Constitución y el voto apenas para los ricos. El objetivo era afianzar las conquistas burguesas y evitar la radicalización de la revolución.

En el centro del plenario estaban los diputados burgueses sin posiciones políticas definidas, oscilando de acuerdo al desarrollo de los acontecimientos.
A la izquierda del plenario quedaba la Montaña o "Montagne" en el lugar más alto del parlamento. La Montaña era formada por diputados jacobinos y por el Club de los Cordeliers, y eran llamados "montañeses". 
Los jacobinos y los cordeliers eran defensores del republicanismo radical: aceptaban en sus clubs a la pequeña burguesía y los profesionales liberales que podían pagar sus elevadas mensualidades, pero no permitían la participación de mujeres.

Las cordeliers aceptaban la participación femenina y las cuotas de su club eran bajas, equivalentes a un pan de 460 gramos. 
Los cordeliers se aproximaban a los "sans-culottes", originando nombres como Jean-Paul Marat, Georges Danton y Jacques-René Hébert.

La izquierda de la Revolución Francesa querían medidas de profundización y radicalización de la revolución, sobre todo las que garantizaban mejoras en la vida de la población pobre, y que abriesen la participación política a todos los habitantes, como la Ley del Precio Máximo, que buscaba impedir el aumento del precio de los alimentos, y la declaración de la abolición de la esclavitud en las colonias francesas.
Pasaron más de 200 años y, a pesar de las divisiones internas y de las varias formas de manifestación de sus intereses de grupos particulares, la derecha sigue defendiendo políticas sociales y económicas que benefician a los detentores del poder económico en la sociedad, los capitalistas.
La izquierda concilia tanto las medidas reformistas del capitalismo, dándole una cara más humana, como las propuestas revolucionarias, que se proponen destruir esa forma de organización social y reconstruir una nueva donde no haya explotación ni opresión de una persona sobre la otra.

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