sábado, 15 de julho de 2017

Cadiz y la independencia hispanoamericana.

La independencia americana y la lucha de Cádiz. 3ª parte.




3ª parte.

A Napoleón, el emperador que a principios del siglo XIX marchaba triunfante sobre media Europa, le hubiera gustado tomar al mismo tiempo las ciudades de Cádiz, al sur de España, y Moscú, en el otro extremo del continente.
En Cádiz, probablemente la cuidad  más antigua de Europa, se desarrolló el asedio más prolongado de toda la guerra española de independencia, y también el más extenso de todas las campañas napoleónicas.
Un sitio que sería el  más  largo de toda la historia contemporánea hasta que ocurrió el de los alemanes a mando de Hitler, cercando Leningrado durante la 2ª Guerra Mundial.
El acoso a Cádiz es un hecho militar insólito, porque al principio se trató de un verdadero asedio, que se fue convirtiendo de a poco en un bloqueo, como el de los EEUU a la Cuba moderna, en el que los sitiados terminaron moviéndose con mucha más libertad  de acción que los propios sitiadores.

Saavedra, miembro de Consejo de Regencia, que era uno de los principales responsables de la defensa de Cádiz -después de haber sido el artífice de la victoria de Bailén contra Napoleón, como presidente de la Junta Suprema de Sevilla- consideraba el bloqueo una “especie de sitio”, que pronto se les presentó a los franceses como una meta prácticamente imposible de ser lograda.

La lucha antinapoleónica de los españoles.

De hecho, el gran asedio de Cádiz le impuso nuevas condiciones a toda la guerra de independencia española contra la ocupación francesa durante el tiempo de su duración, que va desde febrero de 1810 hasta agosto de 1812. Y como ya sabemos, anticipa el ambiente en que el liberalismo peninsular le abrirá las puertas a las dos corrientes emancipadoras en América: la liberal y unitarista por un lado, y la regionalista y federal por el otro.
Y con toda seguridad que, de haber ocurrido la toma de la isla de León por parte de las tropas de Napoleón, la guerra hubiera tenido un desenlace diferente, y además, también habría cambiado radicalmente el destino de España como una nación consolidada y unitaria.
Al contrario, el éxito rotundo de la defensa ante el asedio napoleónico hizo que la guerra fuera dirigida justamente desde Cádiz, al mismo tiempo que desde allí se comandara la reforma política liberal que inició el desmonte de lo que se llamó el Antiguo Régimen en España. La constitución de Cádiz de 1812 es hija de esta experiencia revolucionaria para su época.

Para gran sorpresa de los invasores galos, la cuidad española que más contacto tuvo históricamente con Francia, por sus tradiciones y relaciones comerciales, así como por la frecuente presencia militar del país del norte, adoptó de un modo muy claro, desde el principio, una postura completamente antifrancesa e independientista, en particular y sobre todo, entre los sectores más populares.
Parece un chiste, o una anécdota mentirosa, pero no fue por acaso que, antes de empezar la guerra, se llamó a la reunión de Bayona, y el gaditano que fue designado para ser el representante de la ciudad, se disculpó por faltar ante aquellas Cortes, alegando “sufrir de hemorroides”.
El comando de los franceses durante el asedio –que fue dirigido por los mariscales Soult y Víctor– planeó diversos ataques contra las líneas  de la defensa. Al principio creyeron que un ataque arrojado con la potencia feroz que era famosa en el ejército napoleónico, sería imparable. Pero ni Napoleón, ni su hermano delegado en la península, José Bonaparte, el “Pepe Botella” -que visitó el sitio, conciente de que la de Cádiz podría ser, y de hecho lo fue, la última batalla de la guerra-, ni los generales franceses se imaginaron en ningún momento que se chocarían con una resistencia en que, desde el inicio, quedó muy claro lo inexpugnable de la fortaleza.

Poco después, el propio rey invasor –“Pepe Botella” en persona, acompañado por todos sus mariscales y el general Chaussegros, el comandante en jefe de Ios ingenieros, y el general de división Alexandre Antonie Hureau, comandante en jefe de la artillería, que más tarde moriría en el sitio- sería el primero en darse cuenta cabal de las enormes dificultades de sus propósitos. Habiendo fallado varias tentativas de entrar en negociaciones con los sitiados, se vio claro que era necesario decidirse por un asedio más permanente y estable, lo que representaba preparativos más grandes y mucho mejor pensados.

Fue así que, durante meses, un poderoso ejército invasor quedó inmovilizado en frente a las  defensas infranqueables, e incluso separado por completo de otras operaciones en las que hubiera podido servir como una pieza clave. Además, quedó expuesto al hostigamiento de las guerrillas populares, que desde ese momento se hicieron más  numerosas y activas que nunca.
Los objetivos de las tropas francesas se volvieron imposibles, y para los invasores napoleónicos fue como morir en la playa después de un naufragio, porque nunca los ejércitos del Gran Corso habían estado tan cerca y a la vez tan lejos de apoderarse  no sólo de una plaza fundamental, que al final les resultó inalcanzable, sino del objetivo central: el de tomar el gobierno de toda la península ibérica.

La gran batalla para tomar la isla de León. 

Resulta casi una paradoja llamarle apenas “batalla” al asedio más largo  de toda la campaña napoleónica. Es que en ninguna batalla de la guerra de independencia española, ni en ningún acoso a cualquier otra fortaleza se desafió tanto la osadía de Napoleón y su despliegue de propaganda.
La acción psicológica propagandística de los sitiados de Cádiz superó de lejos a la de los franceses. Fue una “batalla de papel” fantástica, extendida a los cuatro puntos cardinales ibéricos durante todo el sitio de las tropas francesas.
Pero sea como sea, el asedio francés a Cádiz fue una de las acciones más importantes de  la guerra en la península. Y ninguna otra tuvo consecuencias tan importantes. 
Los franceses habían elegido la capital portuguesa -Lisboa, abandonada por la familia imperial de los Braganza- como el centro desde el cual empezar la conquista. Desde el otro bando, el de la independencia española, la ciudad escogida a partir de 1810 para la reconquista fue Cádiz que, con la ayuda naval británica, se volvió la base de operaciones más importante de la ofensiva aliada en toda la península. Canning, uno de los más famosos ministros del imperialismo británico, lo dijo muy claro: “Cádiz was essentially important”.

El rotundo fracaso napoleónico en el asedio a Cádiz fue el hecho central de la guerra de la independencia, por su insólita duración de dos años y medio, que hizo imposible las pretensiones de un reinado de José “Pepe Botella” Bonaparte en España, y por su alto significado militar y político.
“Pepe Bottella” había sido el rey de Sicilia hasta 1808, cuando su hermano, el emperador Bonaparte, le encargó la tarea de gobernar la España invadida por los ejércitos de la “grande armée”, después de hacer abdicar a los borbones Carlos IV y Fernando VII en su favor. 
El pobrecito “Pepe Botella” no podría imaginarse que la ciudad más excéntrica de la península –en el sentido de ser la más alejada de los centros del poder español- iría a ser el centro de la dirección político-militar de la guerra.
Fue así que, después de innumeras derrotas, el gobierno patriota español logró su objetivo de seguir luchando desde Cádiz hasta el final. De haber ocurrido la caída de Cádiz en poder de las tropas del emperador Bonaparte, la guerra contra los invasores napoleónicos hubiera llegado a su fin. No hubiera podido continuar por falta de un comando obstinado –como lo fue el de Cádiz- en luchar a toda costa hasta el fin, atrás de su objetivo de independencia.

Para entender mejor las futuras batallas por la emancipación de las colonias españolas de ultramar –Hispanoamérica- es necesario que pensemos que la palabra independencia  representaba  por aquel entonces un objetivo e ideales completamente nuevos en la península, que cautivaron los sentimientos ibéricos desde el comienzo de la guerra.

Continuará.
Javier Villanueva. São Paulo, 21 de enero de 2013. 

Nenhum comentário:

Postar um comentário