domingo, 18 de outubro de 2020

Tomaron la casa

 



 Tomaron la casa 

Me gustaba la casa porque era espaciosa y antigua, y porque guardaba los recuerdos – y los secretos de mis bisabuelos-, él escritor, editor y librero, ella también, todo eso, y además una excelente cocinera y costurera.

Siempre me levanté temprano, a eso de las seis, pero hace tres o cuatro meses que cambié los hábitos: ya no hago más la limpieza por la mañana, y  me levanto a las cinco, para escuchar atentamente los ruídos que vienen creciendo durante la noche y que aumentan cuando él toca el timbre, insistentemente, a eso de las 5:40.

Lo espero al lado de la puerta, unos diez minutos antes que llegue, puntual, a las 5:40, de modo de abrirle rápido, antes que se prenda al timbre y lo toque, enloquecido durante más de diez, doce segundos, cuando todo el mundo sabe -y él más que nadie- que con dos segundos bastan; dos segundos serían más que suficientes, y ya se lo he dicho un par de veces, pero él me mira con unos ojitos irónicos y no responde nada, y al día siguiente está allí de nuevo, en la vereda, prendido al timbre durante diez o doce irritantes, enervantes, enloquecedores segundos de tortura sonora.

Él entra y los sonidos extraños que vienen desde el fondo de la casona durante la noche aumentan. Parece que él se suma a un coro de gnomos y duendes -o tal vez de cronopios y de famas- que se ríen a las carcajadas, hacen ruido, martillan y susurran en voz alta (sí! sí!, es posible!) durante horas. 

Paran los ruidos a las 11:0, y a las 11:30 empiezan de nuevo hasta las 4:00 de la tarde en un crescendo enloquecedor hasta que él se va, sin despedirse y sin mirarme, pero con una leve sonrisa sarcástica en el ángulo izquierdo de la boca, que es lado en el que me quedo, muerto de odio, para abrirle la puerta.

Pasaron otros tres meses y medio y los ruidos pararon. Él no viene más hace un par de semanas. Al fondo de la casa, en lugar de la bulla insoportable, un hedor ácido, fuerte, casi nauseabundo. El vecino de al lado ya se quejó.

Hoy a la mañana hice mis valijas. Me voy. Cierro la puerta y arrojo la llave al jardín del vecino quejoso.

Tomaron la casa y para mí es imposible vivir tan cerca del cuerpo sin vida de un pintor ruidoso y encima irónico.

 

JV. Catamarca, 2020.


sábado, 25 de julho de 2020

Los diminutivos, una cosita que amamos en México.

Los diminutivos, una cosita que amamos en México.


Tomado de https://verne.elpais.com/verne/2020/07/10/mexico/1594357922_391997.html

¿Tiempito o tiempecito? Los diminutivos son una cosita que amamos en México

Como dice el refrán: "¿qué tanto es tantito?"


  • Comentar

Ilustración: @mareoflores
Ilustración: @mareoflores

Hay una cosita que a los mexicanos encanta: los diminutivos. Cuando nos referimos a alguien como “chiquito” o pedimos un “vasito” de agua, ofrecemos un “tequilita” y también pedimos que hablen más “quedito” cuando se requiere de silencio. “Es un recurso muy usado en México para ser gentil o demostrar cariño”, dice a Verne Concepción Company, investigadora emérita de la UNAM y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
Lo cierto es que los usamos para todo y en casi cualquier circunstancia. De acuerdo con un documento del académico José Ignacio Dávila Garibi publicado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, en México se abusa de los diminutivos. “Puede ser una disminución física real como hace la palabra mesita o sillita cuando refiere a una silla para niños, pero puede ser una disminución de la distancia comunicativa, lo que nos hace expresar mayor afecto y atenuadores”, dice Company, quien también es miembro de El Colegio Nacional.
Según el Diccionario de la Lengua Española, un diminutivo está formado de una palabra seguida de un sufijo que atenúa o disminuye lo denotado por el vocablo al que se une, o que valora afectivamente su significación. Mientras en España se hacen uso de varios sufijos como -illo, -ino o -uco, en México y en casi toda Latinoamérica lo atenuamos todo con el sufijo -ito e -ita. "Se usan más sufijos diminutivos en España, pero al mismo tiempo su uso es menor. A los mexicanos se nos conoce como abusadores de los diminutivos”, refiere Company.


Un 'carrito' o 'cochecito'.. Getty Images

Ay, chiquito: de atenuador a magnificador

Lo cierto es que no todos los diminutivos que se usan en México se usan para expresar cariño. “Cuando alguien dice ‘no seas tontita’ con un alargamiento en las sílabas, lo que está refiriendo es que es más que tonta”, dice Company. La lingüista también indica que existen mecanismos de atenuación de racismo. “Decir prietito o negrito, donde el diminutivo no acentúa sino que aumenta y lo hace despectivo, algo que también se hace mucho en México”, comenta.
Al mismo tiempo, los mexicanos hacen uso de diminutivos en zonas semánticas que no son posibles de ser disminuidas como ahicito, una expresión que se usa en el centro de México. “Decir un segundito, ya que un segundo que se trata de una unidad de tiempo que no se puede disminuir, y sin embargo, se hace mucho”, indica Company.
También, la famosa expresión ahorita, que como contamos en Verne, tiene tres relaciones de tiempo: ahora mismo, más tarde o nunca. “Los mexicanos reforzamos el ahorita con un extra y decimos ahorititita, que quiere decir ‘en este mismo instante’”, dice Company.

La herencia de las lenguas indígenas

Dávila Garibi indica que el uso de diminutivos en México tiene una fuerte herencia de lenguas indígenas, en particular del náhuatl. “Por ejemplo, el vocablo náhuatl mazatl en su significación específica de ciervo o venado, cuyo diminutivo puede tener diferentes formas, según el punto de vista desde el cual se considera dicho animal”, refiere. “A un venadito recién nacido o por lo menos de corta edad se le llama mazaconetl (cervatillo); a uno pequeño o de baja estatura se le denominaba mazatepito”, refiere.
Según Company, no se trata de un préstamo de las lenguas indígenas, sino un proceso conocido como convergencia comunicativa. “Hay atenuadores de las lenguas amerindias y, particularmente del náhuatl, porque fue la lengua franca y básica con la que tuvo que contactar la lengua española en la época de la Conquista”, indica. “Este proceso hace que se reactiven o incremente el uso de diminutivos”, explica.

¿Piecito o piececito? ¿Pancito o panecito?

Hay dos formas válidas de crear diminutivos a través del sufijo -ito. Por ejemplo, si queremos decir chiclito o chiclecito. “Se puede disminuir con el sufijo ito o añadir un interfijo con un apoyo consonántico: piecito o piececito, ambos son correctos. Sin embargo, el uso de este interfijo o ayuda de consonantes intermedias no es tan común en México como en otros países hispanohablantes de Latinoamérica.
“Si queremos disminuir un pan, es más común que en México se diga pancito, usando directamente el sufijo, mientras que en Argentina o Uruguay prefieren hacer uso del interfijo y decir panecito”, concluye Company.