segunda-feira, 16 de abril de 2018

Gramática castellana, de Antonio de Nebrija - 1492

Antonio de Nebrija, autor de la primera Gramática de la lengua castellana

Gramática castellana, de Antonio de Nebrija - 1492

La Gramática castellana (con su título original Grammatica Antonii Nebrissensis fue escrita por Antonio de Nebrija y publicada en 1492. Fue la primera obra dedicada al estudio de la naciente lengua castellana y sus reglas. Anteriormente, habían sido publicados otros tratados sobre el uso de la lengua latina, como el de Lorenzo Valla, Tratado sobre gramática latina de 1471. 
Se trató de un vasto proyecto de Nebrija que inicialmente no encontró el apoyo necesario de la reina Isabel la Católica. Fue con el mecenazgo de Juan de Zúñiga que finalmente se hizo realidad la publicación de la que se considera  la primera gramática del castellano, en el mismo año en que publica también el Diccionario latino español
Sin embargo, en la época - año de 1496, el mismo de la llegada de Colón a América- parece que no se le dio tanta importancia, a juzgar por la falta de reimpresiones: la primera fue entre 1744 y 1777, patrocinada por Francisco Miguel de Goyeneche, conde de la Salceda. 
La Gramática castellana, de Antonio de Nebrija es la primera gramática del nuevo idioma castellano y también la primera de una lengua vulgar que se imprime en Europa, en un momento en el que todavía no se consideraba el castellano como una "lengua de cultura". 
Vale repetir que fue la primera gramática de una lengua romance o neolatina, ya que fue publicada veinticuatro años antes que la italiana de Giovanni Francesco Fortunio (1516) y treinta y siete antes que la de Trissino (1529); cuarenta y cuatro años antes que la portuguesa de Fernando de Oliveira (1536), y cincuenta y ocho antes que la francesa de Louis Meigret (1550).
Nebrija se adelanta a su época y, después de haber publicado las Introductiones latinae, llega a la conclusión de que es necesario aprender el castellano para estudiar el latín, pues, al fijarse sus reglas, se evitaría que el proceso natural de corrupción lo alejara más de éste. 
La obra se dividide en cinco libros: "Ortografía", "Prosodia", "Etimología", "Sintaxis" e "Introducciones de la lengua castellana para los que de extraña lengua querrán deprender".
Hay autores que afirman que Nebrija puede haber estado al frente de la imprenta anónima de la cual salieron muchas de sus obras. Cabe recordar que no podía colocar su nombre en el pie de imprenta por ser incompatible ese oficio con su cargo de catedrático de universidad, y por eso no hay certeza de que fuera así. La obra se imprimió en un taller anónimo que, según se supone por los estudios tipográficos, estuvo activo entre 1492 y 1500 y en el que se imprimieron numerosas ediciones de este autor. En el texto, impreso con tipos góticos, se han utilizado tintas roja y negra y puede observarse el hueco en blanco para las iniciales.
En años posteriores, otras gramáticas la seguirán: 
Nebrija, Reglas de ortografía, 1517. Valdés, Diálogo de la Lengua, 1535. Andrés Flórez, Arte para bien leer y escribir, 1552. Martín Cordero, La manera de escribir en castellano, 1556. Villalón, Gramática castellana, 1558. Correas, Ortografía castellana, 1630. Real Academia Española, Gramática de la lengua española, 1771.

JV. São Paulo, abril de 2018.

domingo, 15 de abril de 2018

Alfonso X y la Escuela de Traductores de Toledo

librodesjuegasalfonxandcourt


Alfonso X y la Escuela de Traductores de Toledo

17/07/2014 ·Fuente: HISTORIA DE LA TRADUCCIÓN
Existe una cierta inclinación a relacionar siempre a la Escuela de Traductores de Toledo con el rey sabio (1221-1284)  cuando, en realidad, la creación de la misma se produjo en el siglo XII por obra del arzobispo de Toledo y gran canciller de Castilla, de 1126 a 1150, Raimundo de Sauvetât, un monje cisterciense de origen francés.
Sin embargo, su germen se encuentra en la presión que ejercieron sobre judíos y algunos musulmanes los ataques de los invasores almorávides y almohades que, durante los siglos XI y XII, obligaron a aquellos a emigrar hacia los reinos cristianos peninsulares del norte portando con ellos toda la sabiduría adquirida por la cultura árabe durante los últimos siglos
Así,  fue Toledo, desde 1085 ciudad cristiana conquistada por Alfonso VI de Castilla, la ciudad escogida para crear en ella el núcleo desde el que difundir toda esa cultura.
Entre los sucesores del fundador destaca Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo (1170-1247), conocido por ser autor de libros de historia y, sobre todo, por su participación en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que fue un actor destacado, y también los eruditos Domingo Gundisalvo (c. 1115- post 1190) y Juan Hispano (?-ca. 1180).
En un principio, la Escuela se inclinó por la ciencia: obras de medicina y  matemáticas, después por la astrología, astronomía y magia y, finalmente, por la filosofía, adquiriendo notoriedad en toda Europa, lo que produjo la llegada a Toledo de numerosos sabios extranjeros atraídos por los prodigiosos libros árabes. El escocés Michael Scot (Miguel Escoto) (ca. 1175- ca. 1232) será el autor de las primeras traducciones de Aristóteles y Averroes.
De verdadero éxito se puede calificar a las traducciones griegas, árabes y judías tras tantos siglos en que Europa estuvo sumida en  la penumbra de la cultura medieval. Aristóteles, hasta muy entrado el siglo XII, era apenas conocido. Sería a mediados del siglo XIII cuando, gracias a la labor de Avicena y Averroes, la obra aristotélica empezó a conocerse y se abrió el horizonte del pensamiento y la filosofía. Se comenzó a investigar la naturaleza basándose en la razón.
Se tradujeron obras de Ptolomeo, Galeno, Hipócrates, Euclides…, provocando un auténtico impacto cultural, y la teología pasó de ser una enseñanza pastoral ejercida desde el púlpito en las iglesias para convertirse en una disciplina académica.
Pero las traducciones de obras de autores paganos no gustó a la Iglesia que no tardó mucho tiempo en condenarlas.
Sería Alfonso X, con su llegada al trono, quien espolearía el centro con traducciones de tratados de astronomía, física, alquimia, matemática y también obras recreativas como libros de ajedrez, dados y tablas y recopilaciones de cuentos como Calila e Dimna ySendebar. Desde entonces las traducciones ya no se verterían al latín, sino al castellano con lo que el conocimiento abarcaría un espectro de lectores mucho más amplio.
Si a alguien, entre otros ilustrados, debemos el auge de la cultura en una época en la que se empezaba a vislumbrar el fin de la Edad Media es sin duda al rey sabio que ejerció su mecenazgo sobre toda clase de científicos, eruditos o trovadores. Si su trabajo no fue el de creador absoluto sí es cierto que dirigió el quehacer de sus traductores y seleccionó entre sus obras las de más valor.
A la  Escuela de Traductores de Toledo debe Europa en gran medida, y el trabajo de traducción en general,  su posterior desarrollo científico e intelectual.
R.M.M. Jordán
Historiador

sexta-feira, 13 de abril de 2018

La España árabe. 711 a 1492


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La Primera Crónica General de España, que mandó compilar el Rey Alfonso X el Sabio, daba en dos escenarios distintos la derrota de don Rodrigo. El primero en el río Guadalete. Pero también y enseguida, decía la Primera Crónica  que "algunos dicen que fue esta batalla en el campo de Sangonera, que es entre Murcia y Lorca". No vamos a tratar de eso hoy. Pero es un tema pendiente (JV)

Los conflictos internos del reino visigodo

A finales del año de 710, Hroþareiks o Rodericus - conocido más tarde como Rodrigo-, dux de la Bética, fue proclamado rey en Toledo por el Senatus de la aristocracia visigoda, tras la muerte de Witiza. 
No se sabe con seguridad si Rodrigo se había sublevado antes contra el rey fallecido, venciéndolo, pero sí es cierto que consiguió una mayoría que lo apoyó en la asamblea electoral de los nobles. Y era, por tanto, el rey legítimo, según el antiguo derecho visigodo.
Pero otro sector de la nobleza apoyó al rey Agila II, que era dux de la Tarraconense. Agila II gobernó en el Nordeste, en un territorio que ocupaba el sur de Francia, la actual Cataluña y el valle del Ebro, o sea, las provincias visigodas de Iberia y Septimania, que en parte se equivalían a las antiguas provincias romanas de Narbonense y Tarraconense, e incluso acuñó monedas propias. 
Puede ser que Agila II fuese ya antes, desde 708, un rey asociado a Witiza, a cuyo clan parece que pertenecía. Incluso algunas fuentes lo mencionan como hijo suyo, aunque esto ya es poco probable.
El reino visigodo, por lo tanto, estaba en una clara situación de conflicto civil o, al menos, dividido por algún tipo de acuerdo de reparto y de asociación, tal vez como ya había sucedido en varias otras ocaciones en el pasado. 
A los pocos meses de haber subido Rodrigo al trono, en una situación de falta de unanimidad entre los visigodos y con un reino muy vulnerable, se produjo la invasión árabe desde el norte de África en 711.

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Invasión de la Península Ibérica por las tropas musulmanes.

En medio de este clima de divisiones internas, Tariq ibn Ziyad - que era lugarteniente de Musa ibn Nusayr, gobernador de Ifriqiya, un territorio dependiente del walí de Egipto-, desembarcó a principios del año 711, al comienzo de la primavera, en la bahía de Algeciras, que era llamada entonces Iulia Traducta, con un ejército de unos 7 mil hombres de origen fundamentalmente bereber, un pueblo que solo recientemente había sido sometido, e incluso cristianos del norte de África. 
Las fuentes musulmanas hablan de entre 1700 y 12 mil hombres, considerando 7 mil combatientes una cifra intermedia y que es bastante repetida en la historiografía. Tariq se estableció firmemente en el peñón de Gibraltar - nombre que deriva de este conquistador, Ŷebel at-Tariq, o Montaña de Tariq en árabe, muy bien protegida por su altura, mientras que empezaba a recibir todo su ejército en sucesivas levas de desembarcos. Desde allí comenzó a saquear los campos y las ciudades de la baja Andalucía.
Tariq aprovechó con agudeza de buen militar el hecho de que el conde de la Bética estaba viajando con el rey Rodrigo en una campaña por el norte, al parecer contra los vascos, puesto que, cuando el rey realizaba acciones militares más alejadas de su base, siempre llevaba a los condes del reino con él. Y esto era así por el doble motivo de que necesitaba sus recursos humanos para reunir un ejército, y al mismo tiempo para evitar una posible sublevación mientras él realizaba una campaña militar por otros territorios. 
En años anteriores a 711 ya había habido varias incursiones militares de tropas musulmanas contra algunas ciudades del sur, que habían sido rechazadas o que se habían retirado al poco tiempo después de obtener un suficiente botín en los asaltos. Por ello, la incursión de Tariq no despertó inicialmente una gran preocupación.
Además, según las leyes para tiempos de guerra decretadas por Wamba y reforzadas por su sucesor Ervigio, todos los súbditos residentes en un perímetro de cien millas alrededor de la zona donde hubiera surgido el peligro tenían la obligación de tomar las armas, sin necesidad de ninguna convocatoria, ante la sola noticia de la existencia del mismo. Pero esto, a pesar de las duras sanciones previstas, no siempre se cumplía. Los nobles terratenientes de la zona tendrían interés en defender sus propiedades y cosechas, claro, y el conde de cada territorio tenía como una de sus funciones la defensa del mismo.
Al darse cuenta de que las fuerzas locales del sur de la península no podían con Tariq, y que éste no se retiraba como había ocurrido en otros anteriores ataques musulmanes, el rey visigodo acudió contra él.
Rodrigo también se atrasó en su reacción contra la invasión mora porque se encontraba en plena lucha por las tierras del norte. En aquel momento estaba sitiando a la ciudad de Pamplona, cuyas murallas habían sido restauradas no hacía mucho por el rey visigodo Wamba. Pamplona, o bien había caído en poder de los vascones o estaba en manos de nobles witizanos leales a Agila II. Rodrigo, en todo caso, partió hacia Toledo sin haberla recuperado. Cuando las tropas comandadas por Rodrigo entraron en contacto con las de Tariq ya habían pasado varios meses desde su llegada al sur. Durante ese tiempo Tariq ibn Ziyad había obtenido el refuerzo de cinco mil bereberes más.

Otro asunto a considerar es que organizar un ejército no era nada fácil de organizar en los últimos tiempos del reinado de los visigodos por causa de la pérdida de propiedades del patrimonio de la corona, que era la que sostenía el reclutamiento de los siervos que cuidaban y trabajaban en esas propiedades. Esto hizo que Rodrigo tuviera un ejército propio muy reducido y dependiera de los efectivos militares de los nobles. Aunque había leyes que multaban a quienes no apoyasen al rey, muchos nobles preferían mantener los trabajos agrícolas, fuente de sus ingresos. Si a todo eso se le suma el problema de Agila II en el noroeste y, además, la división nobiliaria en el bando vivigodo como un todo, el resultado fue que, encima de presentarse tarde, el ejército de Rodrigo no debe haber sido muy numeroso. Y además de reducidas, estas tropas estaban divididas, con desacuerdos que generaron luchas internas e incluso deserciones. Es muy probable que, incluso, el invasor árabe Tariq recibiera durante la batalla apoyo de nobles witizanos que llegaban junto con las tropas del rey.

JV. São Paulo, abril de 2018