El escritor y pensador Umberto Eco, fallecido hace pocos días,
escribió sobre Mafalda lo siguiente:
"Mafalda no es solo un personaje de historietas; es tal vez
el personaje de los años setenta en la sociedad argentina. Si al tratar de
definirla se ha usado el adjetivo "contestataria", no ha sido por
uniformarse a la moda del anticonformismo a toda costa: Mafalda es de verdad
una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es. Para comprenderla,
conviene trazar un paralelo con otro gran personaje a cuya influencia no es
ajena: Charlie Brown. Charlie Brown es norteamericano, Mafalda sudamericana.
Charlie Brown pertenece a un país próspero, a una sociedad opulenta en la que
trata desesperadamente de integrarse, mendigando solidaridad y felicidad;
Mafalda pertenece a un país denso de contrastes sociales, que a pesar de todo
querría integrarla y hacerla feliz, pero ella se niega y rechaza todas las
ofertas. Charlie Brown vive en un universo infantil propio, del cual están
rigurosamente excluidos los adultos (con la salvedad de que los niños aspiran a
convertirse en adultos); Mafalda vive en un continuo diálogo con el mundo
adulto, mundo al cual no estima, no respeta, hostiliza, humilla y rechaza,
reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo
de un universo adulterado por los padres. Charlie Brown ha leído,
evidentemente, a los revisionistas freudianos, y anda en busca de una armonía
perdida; Mafalda, con toda probabilidad, habrá leído al Che. En realidad
Mafalda en materia política tiene ideas muy confusas, no logra entender que es
lo que sucede en Vietnam, no sabe porque existen los pobres, no se fía del
Estado y está preocupada por la presencia de los chinos. Sólo una cosa sabe
claramente: no está conforme. La rodea una pequeña corte de personajes mucho
más "unidimensionales": Manolito, monaguillo integrado del
capitalismo de barrio, que sabe con total certidumbre que el valor primario en
este mundo es el dinero; Felipe, soñador tranquilo; Susanita, beatificamente
enferma de espíritu materno, narcotizada por sueños pequeñoburgueses.
Mafalda, o cuando las clases medias eran progresistas
El 24 de marzo de 1976 fue el comienzo de una
sangrienta cacería contra todos aquellos que pensaran diferente a los
dictadores de turno, los más terribles tiranos que Argentina conociera en un
siglo en el que no faltaron los golpes militares que favorecían a uno o otro
grupo de las clases dominantes.
Y la historieta argentina, como una parte
importante de la cultura nacional también pagó un precio alto por sus conceptos
de libertad y creatividad, peligrosísimos en aquella época.
El 4 de julio de 1976, pocos meses después del golpe de Videla, un grupo armado de la dictadura –de los llamados "comandos de tareas"- entró en la Iglesia de San Patricio, en el barrio de Belgrano, en Buenos Aires, y asesinó a sangre fría a cinco religiosos.
Encima del cuerpo de uno de ellos, el padre
Salvador Barbeito, los asesinos pusieron un afiche de Mafalda que arrancaron de
la pared. Era aquella imagen muy popular en la que Mafalda aparece al lado de
un policía y explica que se trata de un “palito de abollar ideologías”.
Tanta era la importancia política de esa imagen
de la niñita contestataria de clase media, que un tiempo atrás ya los servicios
de inteligencia del estado argentino la habían adulterado con la clara
intención de buscar justificativas y simpatías sociales para la represión.
Al tapar con el afiche el cuerpo asesinado del
padre palotino, un opositor político, las fuerzas represivas se apropiaban de
la imagen de una manera muy distinta. Reconocían el sentido antiautoritario del
dibujo de Quino, pero lo convertían en un chiste macabro, un retruque a
la inteligencia. Y encima se lo dedicadan a todos los jóvenes y adultos de
aquella época que nos habíamos sonreído con la denuncia de una niña sobre los
bastones de la policía.
La acción y la broma mortal nos mostraba a todos
el poder de las fuerzas armadas y sus grupos especiales de acciones represivas.
No se trataba ya de abollar ideologias solamente, sino de matar con total
impunidad. El gesto destilaba odio y expresaba el poder de adueñarse del humor
del enemigo, entendido este como todos aquellos que desafiaban o desafiasen a
la represión, y lo hacían flamear como otro instrumento más del terror estatal.
La del nacimiento de Mafalda, sin embargo, nueve
años antes del golpe cívico-militar, era una rara época en que la clase media
latinoamericana -sobre todo las más poderosas y casi únicas- en Uruguay,
México, Chile y Argentina, habían engendrado una juventud progresista. Es
entonces que nace Mafalda, en 1964, como suplemento de la revista porteña
“Leoplan”.
En 1966 Quino publica el primer libro, agotando
la tirada inicial de 5 mil ejemplares en menos de dos días.
Al ser traducida a más de 30
idiomas, el cartunista argentino logró expresar con su Mafalda la
enorme y clara tendencia de las clases medias de la época a luchar por los
derechos a la libertad, la paz mundial, y por las causas populares en países
como Brasil, Bolivia, y en contra de la intervención militar de los EEUU en
Vietnam.
La trayectoria de
Mafalda la convirtió, a finales de los años de 1960 y comienzos de los 70, en
un un icono progresista, tanto en ámbitos políticos, sociales, culturales y
educativos. Y es que en el universo de Mafalda -un personaje controvertido, y
que es tradicionalmente relacionado con la izquierda progresista- están reflejadas
sin embargo, todas las ideologías políticas más representativas de la época, en
la que en medio de la Guerra Fría, los movimientos revolucionarios y
tercermundistas, así como las dictaduras militares se encontraban en su pleno
apogeo.
Los planteamientos y dilemas que levanta Mafalda
son los propios de un período histórico que marcó um claro giro al curso de la
sociedad durante los años de 1960 y 70. El mundo atravesaba entonces no solo
por una etapa de enfrentamientos políticos y convulsiones sociales, sino
también por un momento en el que los medios de comunicación –la TV sobre todo-
jugaban un papel preponderante al llevar a todas las capas de la población el
acontecer del planeta.
Mafalda nace entonces, en una familia de clase
media en Argentina, trinchera desde la cual se encarga de hacerse eco de las
inquietudes y conflictos propios de esa clase social que oye al papa Juan XXIII
y simpatiza com los curas y la iglesia de los pobres. Quino lo refleja en otras
tiras -las ilustraciones mudas, sobre todo- en las que muestra a unas capas
medias temerosas de caer en la pobreza, hastiadas de las viejas oligarquías,
pero cada vez más simpáticas a los movimientos revolucionarios. La
universalidad de las ideas de Mafalda, sin embargo, y a pesar de hacerlo desde
uma óptica de las clases medias, la convirtieron en una figura desde la cual
podrían identificarse las distintas clases sociales y sus corrientes de
pensamiento.
Aunque la tradición se inclina a describir
a Mafalda como un símbolo de la izquierda progresista, en cada uno de los
personajes de la tira cómica Quino, su creador, se encargó de plasmar las
diferentes ideologías: así, mientras Susanita demuestra posturas que se
identifican con el conservadurismo tradicional, Manolito refleja las
ideas de la derecha econômica, mientras personajes como Felipe simbolizan
el centro “apolítico”, y Libertad y Guille, el hermanito de Mafalda, se
postulan como un espejo de la izquierda. ¿Por qué incluir tantas opciones
ideológicas en una historieta? Esto fue lo que le permitió a Mafalda
convertirse en una figura universal, donde se puede ver un encuentro de las
diferentes posturas sociales a través de la curiosidad de los niños que
protagonizan las historias.
Pero, si existe una postura con la que es posible
identificar a Mafalda a través de sus planteamientos políticos y sociales, esta
es sin duda, la de sus actitudes siempre críticas. A través de la crítica a los
aciertos y desaciertos de los gobiernos, a las grandes naciones y la os
movimientos e ideas, se van haciendo palpables las posturas de cada uno,
invitando a la reflexión y al cuestionamiento de todos los actores que están
involucrados en el acontecer social. La comunicación es la herramienta sutil
con la cual Quino se hace eco del pensamiento crítico que, todavía hoy, más de
50 años después de Mafalda, sigue vigente en todo el mundo.
El tema de las luchas de la mujer, por ejemplo:
en la década del sesenta y sobre todo después de la 2ª Guerra Mundial, la
condición social de la mujer empezó a cambiar de un modo drástico, y esto se
expresó en fenómenos como el resurgir en auge de los antiguos movimientos
feministas, el acceso de la mujer a los nuevos puestos de trabajo, una mayor
libertad sexual con la píldora anticonceptiva, la minifalda y, sobre todo, el
aumento de la participación de la mujer en la educación y em el crecimiento de
su propio prestigio social, independientemente del hombre.
Siendo un espejo coherente
de toda aquella generación que combatió a la guerra fría, levantó las
banderas de las luchadoras feministas, fue inquisidora de la cultura de masas y
luchó contra las dictaduras latinoamericanas, más que como a una niña de seis años, Quino modeló
a su Mafalda como una pequeña bomba molotov de conceptos políticos y de
reivindicaciones sociales explosivas.
Y trasciende, como tantas
mujeres de la época, y más allá de ser un símbolo de la década de los años
sesenta y setenta, no como una caricatura argentina de la "hijita de
papá y mamá”, o apenas la hermana de Guille, amiga de Felipe,
Susanita, Manolito, Miguelito y la pequeña Libertad. Mafalda es definitivamente
el icono progresista y satírico de todo un continente en los últimos 60 años.
La chiquilina contestataria
viabilizó una fórmula con la que, molestar con preguntas y buscar las segundas
intenciones de todo resulta fundamental y correcto. Dentro de sus historietas
Quino dibujaba las demandas, los sueños e inquietudes de una década que trajo
al debate público nacional, y entre las masas de los más jóvenes, el impacto de
la Revolución Cubana, la crisis de los misiles, la guerra en Vietnam, el auge
de los Beatles y las batallas de los movimientos feministas. Nuestras clases
medias hoy, enceguecidas por el consumo, se olvidan de estos principios y
amplitud de pensamientos, y gira nuevamente a la derecha, poniendo en peligro
todos los logros de la democracia en los últimos años.
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