quarta-feira, 24 de fevereiro de 2016

Mafalda por Umberto Eco



El escritor y pensador Umberto Eco, fallecido hace pocos días, escribió sobre Mafalda lo siguiente:

"Mafalda no es solo un personaje de historietas; es tal vez el personaje de los años setenta en la sociedad argentina. Si al tratar de definirla se ha usado el adjetivo "contestataria", no ha sido por uniformarse a la moda del anticonformismo a toda costa: Mafalda es de verdad una heroína iracunda que rechaza al mundo tal cual es. Para comprenderla, conviene trazar un paralelo con otro gran personaje a cuya influencia no es ajena: Charlie Brown. Charlie Brown es norteamericano, Mafalda sudamericana. Charlie Brown pertenece a un país próspero, a una sociedad opulenta en la que trata desesperadamente de integrarse, mendigando solidaridad y felicidad; Mafalda pertenece a un país denso de contrastes sociales, que a pesar de todo querría integrarla y hacerla feliz, pero ella se niega y rechaza todas las ofertas. Charlie Brown vive en un universo infantil propio, del cual están rigurosamente excluidos los adultos (con la salvedad de que los niños aspiran a convertirse en adultos); Mafalda vive en un continuo diálogo con el mundo adulto, mundo al cual no estima, no respeta, hostiliza, humilla y rechaza, reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres. Charlie Brown ha leído, evidentemente, a los revisionistas freudianos, y anda en busca de una armonía perdida; Mafalda, con toda probabilidad, habrá leído al Che. En realidad Mafalda en materia política tiene ideas muy confusas, no logra entender que es lo que sucede en Vietnam, no sabe porque existen los pobres, no se fía del Estado y está preocupada por la presencia de los chinos. Sólo una cosa sabe claramente: no está conforme. La rodea una pequeña corte de personajes mucho más "unidimensionales": Manolito, monaguillo integrado del capitalismo de barrio, que sabe con total certidumbre que el valor primario en este mundo es el dinero; Felipe, soñador tranquilo; Susanita, beatificamente enferma de espíritu materno, narcotizada por sueños pequeñoburgueses. 


 

Mafalda, o cuando las clases medias eran progresistas




El 24 de marzo de 1976 fue el comienzo de una sangrienta cacería contra todos aquellos que pensaran diferente a los dictadores de turno, los más terribles tiranos que Argentina conociera en un siglo en el que no faltaron los golpes militares que favorecían a uno o otro grupo de las clases dominantes. 

Y la historieta argentina, como una parte importante de la cultura nacional también pagó un precio alto por sus conceptos de libertad y creatividad, peligrosísimos en aquella época.


El 4 de julio de 1976, pocos meses después del golpe de Videla, un grupo armado de la dictadura –de los llamados "comandos de tareas"- entró en la Iglesia de San Patricio, en el barrio de Belgrano, en Buenos Aires, y asesinó a sangre fría a cinco religiosos. 
Encima del cuerpo de uno de ellos, el padre Salvador Barbeito, los asesinos pusieron un afiche de Mafalda que arrancaron de la pared. Era aquella imagen muy popular en la que Mafalda aparece al lado de un policía y explica que se trata de un “palito de abollar ideologías”. 
Tanta era la importancia política de esa imagen de la niñita contestataria de clase media, que un tiempo atrás ya los servicios de inteligencia del estado argentino la habían adulterado con la clara intención de buscar justificativas y simpatías sociales para la represión. 

Al tapar con el afiche el cuerpo asesinado del padre palotino, un opositor político, las fuerzas represivas se apropiaban de la imagen de una manera muy distinta. Reconocían el sentido antiautoritario del dibujo de Quino, pero lo convertían en un  chiste macabro, un retruque a la inteligencia. Y encima se lo dedicadan a todos los jóvenes y adultos de aquella época que nos habíamos sonreído con la denuncia de una niña sobre los bastones de la policía.
La acción y la broma mortal nos mostraba a todos el poder de las fuerzas armadas y sus grupos especiales de acciones represivas. No se trataba ya de abollar ideologias solamente, sino de matar con total impunidad. El gesto destilaba odio y expresaba el poder de adueñarse del humor del enemigo, entendido este como todos aquellos que desafiaban o desafiasen a la represión, y lo hacían flamear como otro instrumento más del terror estatal.


La del nacimiento de Mafalda, sin embargo, nueve años antes del golpe cívico-militar, era una rara época en que la clase media latinoamericana -sobre todo las más poderosas y casi únicas- en Uruguay, México, Chile y Argentina, habían engendrado una juventud progresista. Es entonces que nace Mafalda, en 1964, como suplemento de la revista porteña “Leoplan”. 
En 1966 Quino publica el primer libro, agotando la tirada inicial de 5 mil ejemplares en menos de dos días. 
Al ser traducida a más de 30 idiomas,  el cartunista argentino logró expresar con su Mafalda la enorme y clara tendencia de las clases medias de la época a luchar por los derechos a la libertad, la paz mundial, y por las causas populares en países como Brasil, Bolivia, y en contra de la intervención militar de los EEUU en Vietnam. 



La trayectoria de Mafalda la convirtió, a finales de los años de 1960 y comienzos de los 70, en un un icono progresista, tanto en ámbitos políticos, sociales, culturales y educativos. Y es que en el universo de Mafalda -un personaje controvertido, y que es tradicionalmente relacionado con la izquierda progresista- están reflejadas sin embargo, todas las ideologías políticas más representativas de la época, en la que en medio de la Guerra Fría, los movimientos revolucionarios y tercermundistas, así como las dictaduras militares se encontraban en su pleno apogeo.
Los planteamientos y dilemas que levanta Mafalda son los propios de un período histórico que marcó um claro giro al curso de la sociedad durante los años de 1960 y 70. El mundo atravesaba entonces no solo por una etapa de enfrentamientos políticos y convulsiones sociales, sino también por un momento en el que los medios de comunicación –la TV sobre todo- jugaban un papel preponderante al llevar a todas las capas de la población el acontecer del planeta.
Mafalda nace entonces, en una familia de clase media en Argentina, trinchera desde la cual se encarga de hacerse eco de las inquietudes y conflictos propios de esa clase social que oye al papa Juan XXIII y simpatiza com los curas y la iglesia de los pobres. Quino lo refleja en otras tiras -las ilustraciones mudas, sobre todo- en las que muestra a unas capas medias temerosas de caer en la pobreza, hastiadas de las viejas oligarquías, pero cada vez más simpáticas a los movimientos revolucionarios. La universalidad de las ideas de Mafalda, sin embargo, y a pesar de hacerlo desde uma óptica de las clases medias, la convirtieron en una figura desde la cual podrían identificarse las distintas clases sociales y sus corrientes de pensamiento.
 Aunque la tradición se inclina a describir a Mafalda como un símbolo de la izquierda progresista, en cada uno de los personajes de la tira cómica Quino, su creador, se encargó de plasmar las diferentes ideologías: así, mientras Susanita demuestra posturas que se identifican con el conservadurismo tradicional, Manolito refleja las ideas de la derecha econômica, mientras personajes como Felipe simbolizan el centro “apolítico”, y Libertad y Guille, el hermanito de Mafalda, se postulan como un espejo de la izquierda. ¿Por qué incluir tantas opciones ideológicas en una historieta? Esto fue lo que le permitió a Mafalda convertirse en una figura universal, donde se puede ver un encuentro de las diferentes posturas sociales a través de la curiosidad de los niños que protagonizan las historias.
Pero, si existe una postura con la que es posible identificar a Mafalda a través de sus planteamientos políticos y sociales, esta es sin duda, la de sus actitudes siempre críticas. A través de la crítica a los aciertos y desaciertos de los gobiernos, a las grandes naciones y la os movimientos e ideas, se van haciendo palpables las posturas de cada uno, invitando a la reflexión y al cuestionamiento de todos los actores que están involucrados en el acontecer social. La comunicación es la herramienta sutil con la cual Quino se hace eco del pensamiento crítico que, todavía hoy, más de 50 años después de Mafalda, sigue vigente en todo el mundo.
El tema de las luchas de la mujer, por ejemplo: en la década del sesenta y sobre todo después de la 2ª Guerra Mundial, la condición social de la mujer empezó a cambiar de un modo drástico, y esto se expresó en fenómenos como el resurgir en auge de los antiguos movimientos feministas, el acceso de la mujer a los nuevos puestos de trabajo, una mayor libertad sexual con la píldora anticonceptiva, la minifalda y, sobre todo, el aumento de la participación de la mujer en la educación y em el crecimiento de su propio prestigio social, independientemente del hombre.
Siendo un espejo coherente de toda aquella generación que combatió a la guerra fría, levantó las banderas de las luchadoras feministas, fue inquisidora de la cultura de masas y luchó contra las dictaduras latinoamericanas, más que como a una niña de seis años, Quino modeló a su Mafalda como una pequeña bomba molotov de conceptos políticos y de reivindicaciones sociales explosivas.
Y trasciende, como tantas mujeres de la época, y más allá de ser un símbolo de la década de los años sesenta y setenta, no como una caricatura  argentina de la "hijita de papá y  mamá”,  o apenas la hermana de Guille, amiga de Felipe, Susanita, Manolito, Miguelito y la pequeña Libertad. Mafalda es definitivamente el icono progresista y satírico de todo un continente en los últimos 60 años.
La chiquilina contestataria viabilizó una fórmula con la que, molestar con preguntas y buscar las segundas intenciones de todo resulta fundamental y correcto. Dentro de sus historietas Quino dibujaba las demandas, los sueños e inquietudes de una década que trajo al debate público nacional, y entre las masas de los más jóvenes, el impacto de la Revolución Cubana, la crisis de los misiles, la guerra en Vietnam, el auge de los Beatles y las batallas de los movimientos feministas. Nuestras clases medias hoy, enceguecidas por el consumo, se olvidan de estos principios y amplitud de pensamientos, y gira nuevamente a la derecha, poniendo en peligro todos los logros de la democracia en los últimos años.




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