Para leer al Zé Carioca - Serie historietas y pasatiempos en español
Al final de
la Segunda Guerra Mundial, atendiendo las presiones del gobierno norteamericano
-que buscaba una política de aproximación a Brasil- Walt Disney crea Zé
Carioca, un dibujo animado que es una parte importante de las acciones para
evitar que Brasil se volviera "un país comunista".
El dibujo,
creado en los años 50, es totalmente hecho a mano, sin computadoras, efectos
digitales u otro tipo de recursos mágicos del cine moderno. Tal vez por causa
de Zé Carioca, en Brasil muchos se interesen en Disney, independiente de lo que
representan sus dibujos.
Vea en youtube:
http://www.youtube.com/watch_ popup?v=_mQHr8bAojU&vq=small
El amigo Kepa
Uriberri, escritor chileno y alma mater de Escritura Creativa, escribe un
comentario sobre mi artículo del 31/7/11. que, por su importancia y
extensión merece su publicación en este espacio.
Gracias
Kepa!
JV
Cuando García Márquez escribe Cien Años de Soledad: ¿Estaría intentando
penetrar culturalmente al mundo con la cultura latinoamericana? ¿Querría
imponer el modelo de abuso militar de la guerra, que tanto duró, desde la
independencia de nuestros pueblos hasta casi finales del siglo veinte? ¿Y el
Martín Fierro, pretendía influir al mundo con la cultura rural sometida de los
pueblos latinoamericanos?
No cabe duda que cada literatura es el reflejo de su autor (autores) y de su cultura
y pensamiento. Walt fue un hijo maltratado, lleno de resentimientos hacia su
padre, por ejemplo; eso explica la ausencia del padre y el acercamiento de los
niños a tíos protectores que los reemplazan. Del mismo modo, la familia Disney
vivió, cuando Walt era niño, llena de vicisitudes y apremios económicos, lo
mismo que el propio Pato Donald, cuyo comportamiento siempre absurdo y
fracasado refleja bien a Elias, padre de Walt. Habría mucho más que analizar.
pero excedería de un comentario breve.
Si Dorfman y Mattelart hubieran estado más atentos a los antecedentes que a las
supuestas consecuencias de las cosas que analizaban; si Dorfman aun no
estuviera en una postura así, quizás sus ideas no fueran tan recalcitrantemente
radicales. Por supuesto, así como Disney no podía hacer una épica del despojo
porque provenía de otra experiencia cultural, Dorfman y su coautor,
difícilmente pudieron hacer un análisis Liberal Manchesteriano.
José Carioca nace junto a Pancho Pistolas en una película de animación llamada
Los tres caballeros, como una forma de acercamiento con los países
latinoamericanos que podrían ser incidentes en el desarrollo de la segunda
guerra mundial, Pancho es un gallo mexicano y José Carioca un loro o caturra
brasileño. Esa es la admonición que define el sentir más suspicaz, respecto de
la producción cultural estadounidense que se destina a nuestros pueblos. Para
verlo, sin embargo, de manera más imparcial, haré dos o tres ejercicios. El
primero consiste en hacer el esfuerzo de ver los significantes semánticos
desde, por ejemplo, un alemán o quizás un italiano, también desde un francés,
de los personajes y sus actos. En general el gringo, representado en Donald, es
bastante idiota y es arrastrado por la personalidad avasallante del gallo mexicano,
mientras Carioca aparece casi como un cómplice en las burlas: Ellos, Carioca y
Pistolas, se divierten y son compinches; Donald, en cambio sufre la
personalidad de ellos. Claro, si lo veo desde nosotros, los suspicaces y
despreciados latinos, veré intenciones escondidas. Quizás si quieran mostrarse
inofensivos y por eso nos envían al estúpido Pato Donald, ¿no?. Un alemán, en
cambio, verá en Disney cómo la cultura de los Estados Unidos es penetrada por
la obra de sus grandes filólogos, los hermanos Grimm. ¿Querría, el gobierno de
los Estados Unidos, acoger de brazos abiertos el alma del pueblo que consideró
su enemigo por décadas? ¿Es que los estadounidenses serán verdaderamente el
Pato Donald? ¿O será que José Carioca es un arma secreta culturalmente letal,
sacada de la experiencia sufrida con Blanca Nieves? Tal vez los Estados Unidos
se sentían los cincuenta y dos enanitos de la Blanca nieves alemana, o también
Los azules príncipes que perseguían a la servicial Cenicienta, con un zapatito
de vidrio, mientra la perversa madrastra y sus feas hijas (quizás nazis) le
tendían una peligrosa trampa. Menos mal que se salvaron mágicamente. La
servicial Cenicienta se repartió entonces entre el dormitorio de la OTAN y el
del Pacto de Varsovia. Es que el otro zapato se lo habían llevado los
bolcheviques. En fin, Dorfman no era alemán. Tampoco francés, de manera que no
vería la Sinfonía Idiota de Disney con los ojos de los compatriotas de
Perrault. Este corto de Disney es una versión bastante idiota de la Caperucita Roja
del autor francés. El lobo, muy francés, le gusta comerse a las mujeres.
Caperucita es una rubia ingenua, que salta por el bosque, en vacaciones, como
gringa por París; ahí se encuentra a monsieur Le Loup quien planea comérsela a
ella y a la abuela. Los americanos en París, serían en la Sinfonía Idiota, los
tres chanchitos. Dos de ellos deben haber sido granjeros de Nebraska u Omaha.
El otro es un neoyorkino dedicado a la albañilería, que asume el papel del
cazador del cuento, pero que combate al lobo con palomitas de maíz: ¡Oh! No. Es
un arma letal: Es americana. La representación es pueril, pero otra vez Disney
recurre a la cultura europea para inspiración. Sería largo seguir con el
italiano Carlo Collodi y su Pinocho (pero recomiendo ampliamente la lectura del
cuento original). Se lo dejo al lector. Sólo me interesaría hacer ver que la
cultura europea es rica en cultura narrativa infantil. Es ahí donde Disney se
inspira. En cada adaptación se tiñe el resultado del ser intrínseco
angloamericano: Disney lo es. Pero no hay una tradición narrativa occidental
americana; ni en el norte ni en el sur. Por eso la creación propia del animador
recurre a la creación personal. Primero el Ratón Mortimer (después Mickey), un
don nadie como el mismo Disney, después un acomodado ratón con auto y novia,
como todo "americano triunfador" de los cuarenta. Más tarde Donald
nace para reflejar al "looser" como el propio padre de Walt. Disney
buscó, en América latina, ampliar su mercado, para eso buscó, a falta de una
narrativa folklórica, como había en Europa, crear los personajes y montar la
historia, como había hecho ya con Mickey, Donald y otros. Habrá que reconocer
que dentro de una psicología ingenua o muy perversa, leyó algunos rasgos que
penetraron la idiosincrasia latina. Ze Carioca ha conquistado al Brasil y a
todos los latinos. Pancho Pistolas no. Pero, buscando material para este
comentario, encuentro una opinión en algún foro que argumenta por qué prefiere,
como arquetipo mexicano, a Pistolas antes que a Speedy González de la Warner
Bross.: "Pancho Pistolas es un gallo y mero macho como buen mexicano, es
mejor que el Pato Donald, mientras que González es una rata que huye rápido
después de robarle al gato gringo". Al menos yo, me compré el comentario.
Por otro lado, de observar a Ze Carioca y su personalidad tranquila, de saber
vivir y más, me recordó bien a Joao Gilberto, a Pelé, a Roberto Carlos y muchos
otros encantadores brasileños que el lector no conoce y han sido mis amigos.
Finalmente, y para redondear, Disney no hizo a un argentino para esta serie:
¿Por qué? Bueno, tampoco a un chileno, un peruano o un venezolano, pero esto es
para otro comentario.
Saludos afectuosos;
Kepa Uriberri
Texto del
artículo anterior, de 31/5/11, de Javier Villanueva:
En 1972 aparece en Chile "Para leer al Pato Donald" de Armand Mattelart y Ariel
Dorfman, un estudio crítico sobre la historieta de Disney en el que analizan
las tiras cómicas del Pato Donald. Este trabajo, fundacional en cierto modo de
los estudios de las ciencias de comunicación en América Latina, se debe
encuadrar en el contexto de su publicación: el Chile pro socialista del
gobierno de Allende.
Dorfman y
Mattelard creían en la función científica en las ciencias sociales, siempre que
estuviera ligada a la acción política. Es por eso que el discurso científico a
veces parece transparecer otro, más "de asamblea", o "de
barricada". Aún así, es un libro clave de la literatura política de los
'70. Un ensayo, a partir de un análisis marxista, cuyo objetivo es demostrar
que las historietas de Disney son un vehículo sutil -y a veces no tanto-para la
penetración de una cultura de imperio en los países subdesarrollados.
En los
diarios principales de todos los países, se lo trató en las secciones de
política. “El Pato Donald contra Allende”, tituló el diario de mayor tiraje en
Francia, France
Soir, mientras que El Mercurio, el diario de derecha
chileno, no mostró ningún humor al tratar del tema, y la Associated Press
difundió un cable alarmista entre sus abonados. La indignada reacción de la
derecha decía que las publicaciones de Disney son universalmente aceptadas como
entretenimiento, un valor lúdico que responde a pautas permanentes de la
´"naturaleza humana", que está por encima de las contradicciones sociales.
Para El
Mercurio, el Pato Donald es inatacable como modelo de "sano
esparcimiento para los niños"
Sacando
ciertas deficiencias de análisis, el libro hace señalamientos correctos sobre
la ideología de los cómics: como por ejemplo, en el mundo de los patos las
relaciones son meramente monetarias, y la recompensa a una "buena
acción" es siempre un premio económico. Del mismo modo, la peor
tragedia para los patos es perder dinero o una posible ganancia material.
Por otro
lado, las historias demuestran la manifiesta inferioridad de los pueblos
primitivos, invariablemente algún lugar de Latinoamérica, Asia o África. El
tercer mundo aparece como un juguete para los personajes de Disney que,
aburridos de la rutina, emprenden aventuras donde siempre hallan grandes
tesoros sin dueño de los que apoderarse, sin que esto constituya un robo, por
supuesto.
Además, hay un
claro "desabastecimiento" de progenitores: en las historias nunca hay
padres ni madres, sólo tíos, abuelos, primos y toda clase de parientes, al
antojo del escritor. Esta falta de padres hace que, en el caso de Donald y sus
sobrinos, la autoridad ejercida por el tío sea arbitraria y surgida de una
especie de contrato.
Estos y otros
apuntamientos se señalan en las historietas, aunque resulta poco probable que
el objetivo de estos cómics sea inducir subliminalmente el espíritu capitalista
en los lectores de nuestros subdesarrollados países. Más probablemente estos
mensajes sean un simple producto de la ideología de los autores, parte de la
sociedad estodounidense, donde estos valores son los más aceptados.
"Para leer al Pato Donald"
es, a pesar de lo que podamos criticarle hoy, un libro que se lee en las
carreras universitarias de Comunicación, Periodismo, y afines. Junto a "Superman y sus amigos
del alma" es uno de los libros básicos de la literatura de
análisis político. Siguen algunas de las citas más interesantes.
“Mientras su
cara risueña deambule inocentemente por las calles de nuestro país, mientras
Donald sea poder y representación colectiva, el imperialismo y la burguesía
podrán dormir tranquilos.”
“Siempre se
lo ha rechazado (a Disney) como propagandista del “american way of life” (…).
La amenaza no es por ser portavoz del modo de vida del norteamericano, sino
porque representa el american dream of life, el modo en que los EE. UU. se sueña
a sí mismo, se redime, el modo en que la metrópoli nos exige que nos
representemos nuestra propia realidad, para su propia salvación."
“Las ideas de
Disney resultan así PRODUCCIONES bien materiales de una sociedad que ha
alcanzado un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas. Es una
superestructura de valores, ideas y juicios."
“Lo
imaginario infantil recubre todo el cosmos-Disney con baños de inocencia,
permitiendo por medio de la entretención que se desarrolle la utopía política
de una clase. Pero, por otra parte, el rincón donde (…) se identifica la
inocencia es aquel sector que corresponde en la vida histórica a los pueblos
marginales.”
“Disneylandia
es el conquistador que se purifica y justifica la reiteración de su conquista
pasada y futura”
“Este
defasaje, entre la base económico-social en que vive cada individuo y el estado
de las representaciones colectivas, es precisamente la que asegura la eficacia
de Disney y su poder de penetración en la mentalidad comunitaria, en los países
dependientes.”
Dorfman,
A. y Mattelart, A., “Para leer al Pato Donald” (comunicación de masa y
colonialismo), Buenos Aires, Siglo XXI, 1972.
Más sobre
Dorfman
Aunque nació
en Buenos Aires en 1942, Dorfman pasó parte de su infancia en Estados Unidos, y
en Chile desde 1954. En 1967 optó por la nacionalidad chilena. Fue
colaborador de Salvador Allende; tras el golpe de 1973 fue al exilio. Desde
1985 es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Duke,
Estados Unidos.
Cuando
Dorfman presentó en Buenos Aires su novela Americanos, los pasos de Murieta, la Revista Ñ de
Clarín lo entrevistó sobre la obra, que cuenta la figura legendaria de Joaquín
Murieta, un personaje de California durante la Fiebre del Oro, en 1850, y
recorre más de cien años de historia de América del Norte y del Sur, las luchas
de la independencia y la pérdida de California. Ñ le preguntó cómo cambió
su visión de la cultura desde que lanzó "Para leer al Pato Donald",
y Dorfman contestó: "Ese libro fue escrito en un momento de lucha social
en Chile y dentro de una revolución que intentó cambiar todo. Se escribió en
diez días, en el calor de la lucha por la supervivencia. Y yo diría que si uno
mira la obra del Pato Donald, no como problema ideológico sino como forma de
escritura, es una apropiación latinoamericana de un mito norteamericano"
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2013/10/para-leer-al-condorito-y-al-ze-carioca.html
http://www.youtube.com/watch_
Gracias Kepa!
JV
Cuando García Márquez escribe Cien Años de Soledad: ¿Estaría intentando penetrar culturalmente al mundo con la cultura latinoamericana? ¿Querría imponer el modelo de abuso militar de la guerra, que tanto duró, desde la independencia de nuestros pueblos hasta casi finales del siglo veinte? ¿Y el Martín Fierro, pretendía influir al mundo con la cultura rural sometida de los pueblos latinoamericanos?
No cabe duda que cada literatura es el reflejo de su autor (autores) y de su cultura y pensamiento. Walt fue un hijo maltratado, lleno de resentimientos hacia su padre, por ejemplo; eso explica la ausencia del padre y el acercamiento de los niños a tíos protectores que los reemplazan. Del mismo modo, la familia Disney vivió, cuando Walt era niño, llena de vicisitudes y apremios económicos, lo mismo que el propio Pato Donald, cuyo comportamiento siempre absurdo y fracasado refleja bien a Elias, padre de Walt. Habría mucho más que analizar. pero excedería de un comentario breve.
Si Dorfman y Mattelart hubieran estado más atentos a los antecedentes que a las supuestas consecuencias de las cosas que analizaban; si Dorfman aun no estuviera en una postura así, quizás sus ideas no fueran tan recalcitrantemente radicales. Por supuesto, así como Disney no podía hacer una épica del despojo porque provenía de otra experiencia cultural, Dorfman y su coautor, difícilmente pudieron hacer un análisis Liberal Manchesteriano.
José Carioca nace junto a Pancho Pistolas en una película de animación llamada Los tres caballeros, como una forma de acercamiento con los países latinoamericanos que podrían ser incidentes en el desarrollo de la segunda guerra mundial, Pancho es un gallo mexicano y José Carioca un loro o caturra brasileño. Esa es la admonición que define el sentir más suspicaz, respecto de la producción cultural estadounidense que se destina a nuestros pueblos. Para verlo, sin embargo, de manera más imparcial, haré dos o tres ejercicios. El primero consiste en hacer el esfuerzo de ver los significantes semánticos desde, por ejemplo, un alemán o quizás un italiano, también desde un francés, de los personajes y sus actos. En general el gringo, representado en Donald, es bastante idiota y es arrastrado por la personalidad avasallante del gallo mexicano, mientras Carioca aparece casi como un cómplice en las burlas: Ellos, Carioca y Pistolas, se divierten y son compinches; Donald, en cambio sufre la personalidad de ellos. Claro, si lo veo desde nosotros, los suspicaces y despreciados latinos, veré intenciones escondidas. Quizás si quieran mostrarse inofensivos y por eso nos envían al estúpido Pato Donald, ¿no?. Un alemán, en cambio, verá en Disney cómo la cultura de los Estados Unidos es penetrada por la obra de sus grandes filólogos, los hermanos Grimm. ¿Querría, el gobierno de los Estados Unidos, acoger de brazos abiertos el alma del pueblo que consideró su enemigo por décadas? ¿Es que los estadounidenses serán verdaderamente el Pato Donald? ¿O será que José Carioca es un arma secreta culturalmente letal, sacada de la experiencia sufrida con Blanca Nieves? Tal vez los Estados Unidos se sentían los cincuenta y dos enanitos de la Blanca nieves alemana, o también Los azules príncipes que perseguían a la servicial Cenicienta, con un zapatito de vidrio, mientra la perversa madrastra y sus feas hijas (quizás nazis) le tendían una peligrosa trampa. Menos mal que se salvaron mágicamente. La servicial Cenicienta se repartió entonces entre el dormitorio de la OTAN y el del Pacto de Varsovia. Es que el otro zapato se lo habían llevado los bolcheviques. En fin, Dorfman no era alemán. Tampoco francés, de manera que no vería la Sinfonía Idiota de Disney con los ojos de los compatriotas de Perrault. Este corto de Disney es una versión bastante idiota de la Caperucita Roja del autor francés. El lobo, muy francés, le gusta comerse a las mujeres. Caperucita es una rubia ingenua, que salta por el bosque, en vacaciones, como gringa por París; ahí se encuentra a monsieur Le Loup quien planea comérsela a ella y a la abuela. Los americanos en París, serían en la Sinfonía Idiota, los tres chanchitos. Dos de ellos deben haber sido granjeros de Nebraska u Omaha. El otro es un neoyorkino dedicado a la albañilería, que asume el papel del cazador del cuento, pero que combate al lobo con palomitas de maíz: ¡Oh! No. Es un arma letal: Es americana. La representación es pueril, pero otra vez Disney recurre a la cultura europea para inspiración. Sería largo seguir con el italiano Carlo Collodi y su Pinocho (pero recomiendo ampliamente la lectura del cuento original). Se lo dejo al lector. Sólo me interesaría hacer ver que la cultura europea es rica en cultura narrativa infantil. Es ahí donde Disney se inspira. En cada adaptación se tiñe el resultado del ser intrínseco angloamericano: Disney lo es. Pero no hay una tradición narrativa occidental americana; ni en el norte ni en el sur. Por eso la creación propia del animador recurre a la creación personal. Primero el Ratón Mortimer (después Mickey), un don nadie como el mismo Disney, después un acomodado ratón con auto y novia, como todo "americano triunfador" de los cuarenta. Más tarde Donald nace para reflejar al "looser" como el propio padre de Walt. Disney buscó, en América latina, ampliar su mercado, para eso buscó, a falta de una narrativa folklórica, como había en Europa, crear los personajes y montar la historia, como había hecho ya con Mickey, Donald y otros. Habrá que reconocer que dentro de una psicología ingenua o muy perversa, leyó algunos rasgos que penetraron la idiosincrasia latina. Ze Carioca ha conquistado al Brasil y a todos los latinos. Pancho Pistolas no. Pero, buscando material para este comentario, encuentro una opinión en algún foro que argumenta por qué prefiere, como arquetipo mexicano, a Pistolas antes que a Speedy González de la Warner Bross.: "Pancho Pistolas es un gallo y mero macho como buen mexicano, es mejor que el Pato Donald, mientras que González es una rata que huye rápido después de robarle al gato gringo". Al menos yo, me compré el comentario. Por otro lado, de observar a Ze Carioca y su personalidad tranquila, de saber vivir y más, me recordó bien a Joao Gilberto, a Pelé, a Roberto Carlos y muchos otros encantadores brasileños que el lector no conoce y han sido mis amigos.
Finalmente, y para redondear, Disney no hizo a un argentino para esta serie: ¿Por qué? Bueno, tampoco a un chileno, un peruano o un venezolano, pero esto es para otro comentario.
Saludos afectuosos;
Kepa Uriberri
Texto del artículo anterior, de 31/5/11, de Javier Villanueva:
En 1972 aparece en Chile "Para leer al Pato Donald" de Armand Mattelart y Ariel Dorfman, un estudio crítico sobre la historieta de Disney en el que analizan las tiras cómicas del Pato Donald. Este trabajo, fundacional en cierto modo de los estudios de las ciencias de comunicación en América Latina, se debe encuadrar en el contexto de su publicación: el Chile pro socialista del gobierno de Allende.
Dorfman, A. y Mattelart, A., “Para leer al Pato Donald” (comunicación de masa y colonialismo), Buenos Aires, Siglo XXI, 1972.
Más sobre Dorfman
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