quinta-feira, 3 de novembro de 2016

Algunas otras palabras o frases que usamos y cuyo origen desconocemos





El origen da las palabras o las frases-hechas y dichos populares no huyen a las reglas de lo social y lo político. El habla popular, en cualquier parte del mundo, repite los prejuicios que se verifican entre las clases sociales, a veces de modo gracioso, otras de maneras más crueles. 
Aquí traigo un par de ejemplos de lo que digo, extraídos del habla popular argentina - y si lo extendemos un poco, rioplatense, incluyendo al Uruguay-, con sus cruces con el viejo lunfardo del paso del siglo XIX al XX en la región de los puertos del sur.

La palabra "atorrante", por ejemplo, siempre con un fuerte contenido de desprecio social,  viene de cuando a principios del siglo XX la municipalidad de la capital federal argentina colocó unos caños enormes de desagüe en la costanera, justo en frente a la casa de gobierno en el nuevo barrio que hoy se llama Puerto Madero. Los caños traían una leyenda en la que se leía el nombre del fabricante: "A. Torrant et Cie", grabado en cada segmento de caño. Mientras no enterraban los dichos caños en su lugar, muchas familias de desocupados y sin techo se fueron a “vivir a los caños", pero también los acompañaron muchos sujetos perseguidos por la policía.

Así surgió la palabra que al principio definía a la gente que vivía “en los caños” – frase que también se popularizó - y más tarde, “atorrante” pasó a definir a toda persona pendenciera, vaga o de mal comportamiento.

Muy parecido es el origen de la palavra "croto", que proviene del nombre del ministro de Obras Públicas y Transporte, el radical José Camilo Crotto, que en la década de 1920 extendió un certificado de pobreza, cuyo portador podría andar gratis en los tranvías y trenes. Más tarde – siempre por prejuicios sociales, claro- se pasó a denominar con esa palabra a toda persona en estado de indigencia.

Otra frase que mi abuelita Eufemia repetía, seguramente sin saber su origen, dado que ella era bastante recatada, era "hasta que las velas no ardan". 
Dicen los antigos que se originó en los prostíbulos de la Zwi Migdal **, cuando todavía no había luz eléctrica y los relojes eran todo un lujo. La cafiza le daba al cliente una o más velas, según lo que había pagado. Cuando las velas se gastaban, significaba que el turno con la polaca se le había acabado al cliente; o sea que se había quedado en la casa sospechosa "hasta que las velas no ardan".


Por otro lado, ya habrán oído decir, no solo en Argentina, como también en su versión en portugués que "a Seguro se lo llevaron preso". Lo que pocos saben es que la frase viene de lejos, exatamente de Jaén, en España, donde los presos eran encerrados en el Castillo de Segura de la Sierra. Antiguamente se decía "a la prisión de Segura se lo llevaron preso", como uma advertencia para no cometer delitos, de modo de no terminar con los huesos en Segura. Hoy en día significa que mejor prevenirse que curar, ya que nadie está libre de los azares de la vida.

     Quién oyó decir, en Argentina, que fulano "no quiere más lola" difícilmente se imagina el origen del término. Es que Lola se llamaba una galletita sin azúcar ni sal, que a inicios del siglo XX formaba parte de las dietas insípida de los hospitales. Por eso, cuando alguien moría, se solía decir que "ese ya no quiere más Lola". Desde entonces su uso se refiere a quien se cansó de luchar y no quiere seguir tratando de lograr cosas muy difíciles o imposibles.

El modo porteño – y recordemos que esta palabra viene de “puerto”, por lo tanto se extiende solo al habitante de Buenos Aires y no a todos los argentinos- de referirse a “tomar un colectivo” o “bus”, es "me tomé un bondi".

Se trata de un término que nació de una palabra usada en Brasil como derivación de "bond" (boleto, en inglés), que aparecía en los pasajes de los antiguos tranvías que las empresas británicas de transporte instalaron en São Paulo a partir de 1900, específicamente la “São Paulo Tramway, Light & Power Company”, o simplemente “Light”, compañía canadiense que dejó sus marcas fuertes en São Paulo y Rio de Janeiro.

Como en portugués las palabras terminadas en consonante – con excepción de “m” y “n”- agregan un sonido vocálico parecido a una “i”, "bond" se convirtió en "bondi". Pasado los años, los porteños la tomaron para referirse al ómnibus o colectivo, que nunca fue inglés ni canadiense, y en cuyos boletos jamás se leyó la palabra "bond".

¡Ché, boludo! ¿vos sabés de dónde viene la palabra pelotudo?*

En las Guerras de la Independencia, los gauchos argentinos - también los uruguayos y los gaúchos del sur de Brasil- peleaban contra un ejército de lo que en aquella época era el Primer Mundo. Una maquinaria de guerra con disciplina de las mejores academias militares, armas de fuego, artillería, corazas, caballería, el mejor acero toledano, etc.

Nuestros gauchos enganchados en combate (los montoneros), de calzoncillo cribado y botas de potro con los dedos al aire, solo tenían para oponérseles pelotas (piedras grandes con un surco por donde ataban un tiento, bolas - las boleadoras- y facones, o cuchillos grandes - que algunos amarraban a una caña tacuara y hacían con ellos una lanza precaria-. Muy pocos tenían armas de fuego: algún trabuco naranjero, o alguna arma larga desactualizada.

¿Cuál era entonces la técnica para oponerse a semejante maquinaria bélica como la que traían los realistas? 
Pues la formación de combate: nuestros gauchos formaban en tres filas: la primera era la de los pelotudos, que llevaban las pelotas de piedra grande amarradas con un tiento. La segunda era la de los lanceros, facón y tacuara, y la tercera la formaban los boludos con sus boleadoras o bolas. 

Cuando los españoles cargaban con su caballería, los pelotudos, haciendo gala de una admirable valentía, los esperaban a pie firme y les pegaban a los caballos en el pecho, que de esta manera rodaban y desmontaban al jinete y provocaban la caída de los que venían atrás.

Los lanceros aprovechaban esta circunstancia y pinchaban a los caídos. Entonces, los boludos (que no eran tan boludos porque venían atrás) los rematan en el piso.

Así nacieron las dos palabras, antes tan poco aceptables socialmente, y ahora tan corrientes en el habla rioplatense: boludo y pelotudo, significando hoy, muy lejos de su origen, al tonto o zonzo.

Pero lo que seguramente Uds. como yo no sabíamos, es que los esquimales también usaban boleadoras para cazar patos, o que las “bolas” también era de uso habitual entre los Incas y Aztecas, y que aparecen rastros de su uso en yacimientos arqueológicos de más de 5.000 años en el sur de la Patagonia Argentina y de 11.000 años en Chile. Tampoco sabíamos que las usaban también en China como arma de defensa y que probablemente son tan viejas como la honda o el arco.


J.V. São Paulo, 30 de octubre de 2016


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